La reforma de la Policía Nacional es necesaria. De eso no hay duda. Pero cuando se tiene un cuerpo de decenas de miles de miembros con rangos distintos y que ha acumulado una serie de costumbres y hábitos, muchos indebidos, con el paso de sus más de 86 años de existencia, es preciso actual con cautela a la hora de plantear cambios.
Está el punto sobre la Policía que queremos, pero tomando en cuenta a la Policía que tenemos, que no se cambia de la noche a la mañana y que para mejorarla era preciso iniciar destacando sus cualidades, los aportes, que directa o indirectamente y con mucha precariedad hacen sus miembros para contribuir con el orden público.
Mejorar su apariencia física, tanto en su personal como en su infraestructura y equipamiento, y luego, comenzar a realizar cambios internos en procura de una verdadera reforma.
Esa reforma es positiva y hay que apoyarla, pero debió iniciar de afuera hacia adentro. Ahora queda, seguir.