El Presidente electo hace bien en buscar temprano en su mandato una reestructuración del Estado. El Estado dominicano es obsoleto es su concepción y pesado en su dimensión. Con un Presidente Rey cuya fuerza se ha agudizado gracias a los tres ejemplares anteriores, tan poco dados a lo democrático.
Así las cosas, considero que lo primero que una nueva Constitución debe extirpar son los privilegio de las élites, políticas, económicas, militares, religiosas, de nuevo o de viejo cuño. Dominicanos somos todos, iguales en derecho. Cualquier derecho que se le reconozca a los dominicanos deben ser reconocido en su integridad a todos, independiente de genero, edad, etnia o cualquier otra condición.
De igual forma, me gustaría ver un Estado liviano y flexible con tres poderes, balanceados y contrapuestos. Esto significa: Una reducción significativa del poder del Ejecutivo – no más un monarca, ahora un servidor y un Poder Legislativo que se entienda como el primer poder del estado, responsable de representar al pueblo y por lo tanto celoso de su mandato, conocedor y respetuoso de lo que la gente pide.
Una Constitución que eleve lo local, que como Duarte dé al municipio y a la provincia su dignidad – que los gobernadores se elijan por el voto popular y que cada provincia disfrute de un presupuesto propio con que ejecutar, bajo la supervisión del ejecutivo, lo que le corresponde. Un Poder Judicial independiente, fuerte y valiente, de un profundo sentido de su propio deber, fiel a la ley y con una vocación inequívoca por la justicia.
Me gustaría ver un documento corto, que plasme el fundamento y delegue en las leyes adjetivas los detalles. ¡No todo puede ser constitucionalizable! ¿Si al final la intención de todos es someternos a la ley, qué diferencia hace que esté aquí o esté allá? La Constitución debiera ser un texto corto, que aspirara a que todos los dominicanos lo conocieran de memoria y lo sintieran como propio. Ese debiera ser el objetivo.
En cuanto al proceso, aspiro a un texto discutido de forma amplia, con todos los sectores de la sociedad, antes de llegar a la Asamblea Nacional. Y cuando digo sectores no hablo de la iglesia, los militares y los empresarios, hablo de los dominicanos de a pie en toda la geografía nacional. Que recoja el sueño del estudiante, el campesino y el obrero. Un texto salido del consenso ciudadano y que no sea luego relegado a la transacción mercurio-partidista.
Una constitución verdaderamente de todos, para todos y por todos.
Finalmente, una Constitución en cuyo germen se siembre su permanencia. Hemos cambiado 40 veces de Constitución en menos de 200 años de historia. Si queremos que la gente respete la Constitución, la haga propia, la valore, debemos lograr que la misma dure en el tiempo.