La entrega anterior hablé de la creación de un nuevo paradigma nacional. En esta quiero aportar tres ideas que creo pueden ser recogidas en este nuevo paradigma.
De los 10 millones de personas que hoy habitan al este del Artibonito, siete se concentran en el eje de ciudades entre Santiago y Santo Domingo, poniendo una seria presión en las infraestructuras que permiten la vida urbana en estas áreas –casa, comida, salud, escuela, basura– cada día se hacen más difícil para el gobierno atenderlas de forma satisfactoria, con los tiempos y para la totalidad de la población. Y esto se entiende pues los sistemas que la sostienen fueron pensados para miles de personas, nunca para varios millones. Tenemos entonces que encontrar mecanismos para drásticamente distribuir de mejor manera la carga humana que significamos para la isla.
La solución más sencilla y obvia sería crear fuentes de estudio y trabajo en otras áreas fuera del eje antes mencionado. Esto llevaría naturalmente poblaciones a nuevas zonas que podrían ser mejor planeadas con anterioridad, desde el punto urbano y desde el punto de vista social. Esta simple acción reduciría la presión sobre los espacios urbanos tradicionales de forma inmediata, lo que abriría una ventana de oportunidad para que las autoridades puedan intervenir estos otros espacios y crear soluciones que eleven la calidad de vida que sus habitantes están demandando.
Un segundo paradigma por romper es la profunda dependencia de todo el gobierno en una sola persona.
Es necesario confiar y empoderar a las comunidades locales el manejo de su propia realidad. Sin lugar a duda hay muchas funciones –militares, diplomáticas, fiscales– que deben mantenerse centralizadas, pero hay otras –escuela, salud, vivienda, seguridad– las que tienen mayor impacto en la calidad de vida de las poblaciones, que deben estar geográficamente mucho más cerca de las poblaciones y de sus demandas.
Una de las razones por la que la corrupción ha hecho una raíz tan profunda entre nosotros es porque generalmente el ladrón y el robado están muy lejos geográficamente y es fácil para el ladrón ignorar el daño que causa o para el robado saber quien le causó el daño. La única forma de cerrar esa brecha es permitiendo que las decisiones que impactan la calidad de vida de la gente sean decididas por la gente y desde el territorio.