La ilegalidad sobresaliente, digamos, es una propiedad de la funcionalidad de los sistemas democráticos inmaduros y defectuosos. Ellos cargan con la desgracia de la pobreza en el contexto de grandes carencias de instrucción general. Además, resulta en muchos casos del alto grado de venalidad de las autoridades competentes, así como de los sistemas de controles estatales débiles, esporádicos, reactivos y competencias declaradas no reconocidas.
Veamos el caso de la adulteración de toda clase de bebidas alcohólicas. Este es un fenómeno rentable y peligroso. La promesa del beneficio fácil, aunque arriesgado, explica su crecimiento resbaladizo, especialmente en los períodos de mayor consumo estacionario, como el de Navidad. La peligrosidad del fenómeno se pone en evidencia con decenas de casos de hospitalizaciones, lesiones graves de salud y muertes registradas anualmente por esta causa.
Enfrentamos no solo la adulteración y falsificación de las bebidas alcohólicas, también la venta del tristemente famoso clerén, conocido también por los sobrenombres de tapa floja, tafia, triculí o bebida de la muerte. Es preparado en el mejor de los casos con caña de azúcar y frutas fermentables. No sujeto a control de calidad ni sanitario alguno, tampoco certificado por nadie y siempre más barato que los rones registrados más asequibles, el clerén habitualmente se combina con metanol como sustituto del etanol, para evitar costos de fabricación.
El metanol tiene muchos usos industriales y es prácticamente imprescindible en la elaboración de los productos de limpieza, anticongelantes, pinturas y barnices. Careciendo por sí solo de toxicidad, el problema para la salud surge cuando, siendo absorbido rápidamente, se metaboliza en el hígado.
Luego de concluida la biotransformación- modificación de una sustancia química por el organismo y su transformación en otra diferente-, que se prolonga entre 12 y 24 horas, aparecen los llamados metabolitos, resultantes de la mencionada descomposición del producto. Estos son los causantes de lesiones muy graves a la salud humana. Cuando el consumo del clerén es excesivo, el desenlace es fatal, con más frecuencia en personas inmunodeficientes.
El metanol suele obtenerse por la destilación de maderas utilizadas como materia prima o aromatizante, o al añadir productos solventes con alto contenido de metanol, como es el caso del thinner. Puede considerarse que, en suelo dominicano, el clerén es el padre de todas las bebidas tóxicas que evidencia el más alto potencial para causar la muerte. Más allá de la frontera, se posiciona con relativo preocupante éxito en otras regiones del país, lo cual plantea un grave problema de salud pública.
Enfrentar el problema de manera efectiva y sostenible plantea, en primer lugar, la existencia de una entidad estatal especializada en asegurar el cumplimiento de los reglamentos técnicos dominicanos, responsabilidad dada por la Ley núm. 166-12 a Pro consumidor, sin desmedro de las competencias que puedan corresponder a otros reguladores del Estado.
Aquí tenemos problemas serios e inaplazables:
Nadie se ha ocupado de identificar los productos sujetos al cumplimiento de reglamentos técnicos, que son cientos y están estrechamente relacionados con la salud humana, animal y vegetal, ambiente y prevención de prácticas engañosas, es decir, con todos los conocidos alcances de los llamados Objetivos Legítimos del Estado.
Muchos productos esenciales no están debidamente reglamentados o lo están atendiendo a intereses de grupos de interés.
Persistencia de las grandes carencias de organización, coordinación centralizada, confiabilidad y efectividad de los procesos nacionales de evaluación de la conformidad, especialmente en el ámbito de las pruebas y ensayos de laboratorio y certificaciones emanadas de entidades acreditadas.
Por último, entidades estatales (ministerios y sus unidades especializadas) con grandes deficiencias en materia de personal calificado, credibilidad, autoridad, recursos y equipamientos.