El ser humano siempre ha sido ente catalizador de cambio, modificando constantemente su medio ambiente y modo de vida, basta ver alrededor para darse cuenta: modos de transporte sofisticados, diferentes tipos de energía, métodos de comunicación avanzados, forma de comercio globalizado, digital e integrado, y a nivel social, gobiernos más democráticos y capital humano con nuevas competencias digitales, sociales y emocionales.
Siendo la persona emprendedora la protagonista de estos cambios, aquella capaz de materializar una idea, de reunir los recursos necesarios (técnicos, humanos, financieros e intelectuales) para lograr llevarnos un paso más adelante en el desarrollo social, económico y tecnológico a través de la historia.
La Real Academia Española define emprender como “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro” y al emprendedor/a como una persona “que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”.
Tomando en cuenta los conceptos
citados se puede concluir que:
• El emprendimiento no discrimina entre sexo, edad, cultura, religión, nivel académico, capacidad física ni ningún otro factor.
• Emprender siempre supondrá riesgo, dificultad o peligro, aún así, los emprendedores actúan con resolución.
• La innovación es vital para agregar valor a la economía y a la sociedad. Los emprendedores son los que siempre dan el salto al siguiente nivel de desarrollo.
Pero no solo son parte del desarrollo, sino el motor que lo impulsa, como lo afirma el Banco Mundial: “el emprendimiento es un motor fundamental del crecimiento y el desarrollo. Así, la premisa —compartida por la mayoría de los economistas desde Adam Smith y apuntalada por la influyente obra de Joseph Schumpeter— es que los emprendedores creativos no son una mera consecuencia del desarrollo, sino motores importantes del mismo”.
Agrega que “los emprendedores juegan un papel crucial en la transformación de las sociedades de ingresos bajos caracterizadas por la productividad reducida y, a menudo, por el autoempleo de subsistencia, en economías dinámicas caracterizadas por la innovación y el aumento del número de trabajadores bien remunerados”.
La mujer, en todo este proceso, ha estado presente y su participación ha sido activa. Sin embargo, no ha tenido la visibilidad ni las mismas oportunidades o reconocimientos que el hombre, pero, lo más importante, es reconocer que, a pesar de las grandes barreras históricas, son muchos los ejemplos de mujeres que han logrado sobresalir, impactar y transformar sus vidas y entornos, demostrando que es posible, y mientras más mujeres lo hagan, las estadísticas comenzarán a cambiar.
Datos del Banco Mundial precisan que “en el mundo, solo una de cada tres empresas pequeñas, medianas y grandes es de propiedad de mujeres”. Es necesario seguir aumentando el número de mujeres emprendedoras y la cantidad de empresas creadas por las mismas.
Es importante aclarar que, emprender no es fácil, independientemente de la condición de cada persona, para algunos los obstáculos son personales, para otros institucionales y para otros familiares, no obstante, siempre han existido los emprendedores.
Y es gracias a ellos que la historia ha cambiado, que la inclusión y la equidad son ejes transversales de los gobiernos, empresas y educación. No es suficiente soñar, para ser emprendedor o emprendedora, es necesario actuar.
Es por esta razón que se debe recordar que una mujer que emprende inspira, reta y motiva a otras, sin importar el tamaño del emprendimiento, si es social o empresarial, si está en el campo o la ciudad, basta actuar para cambiar la realidad de una familia, comunidad, país y el mundo.
Y hoy, gracias a la tecnología es posible el apoyo colaborativo, la capacitación constante y la validación de mercados. Las personas emprendedoras no esperan a que las cosas cambien, hacen que cambien. A pesar de todo… ¡emprende!