Perseverantes, asertivas y apasionadas. Así son las mujeres que trabajan desde nuestros campos para sacar adelante a sus familias y a sus comunidades. Cuando se proponen una meta, nada las detiene hasta haberla materializado. ¿Saben qué ocurre cuando ellas combinan ese potencial con un propósito de vida y objetivos claros para sacarlos hacia adelante? Ocurren emprendimientos como Chojoba.
Chojoba nació el día en que las esposas de los productores agrícolas en Joba Arriba y otras zonas aledañas dejaron a un lado las cuchillas con las que ayudaban a sus parejas a tumbar el cacao para trabajar en equipo, en una iniciativa mucho más ambiciosa: procesar el fruto para llevar al mercado productos de la más alta variedad y calidad orgánica, hechos por mujeres.
Tras haber conformado un grupo de 36 voluntarias, identificaron una oportunidad para impulsar el proyecto y no la dejaron escapar. Durante una visita sorpresa del expresidente Danilo Medina en 2014, las mujeres se presentaron como integrantes de la Asociación de Mujeres Unidas para Avanzar (Asomuava) y le plantearon, a viva voz, sus deseos de aprender la fabricación de chocolate y otros productos para tener un modo de ganarse la vida que, a largo plazo, lograra un impacto social en las comunidades rurales de Gaspar Hernández.
Con su determinación, consiguieron un préstamo de RD$10 millones con el que costearon la construcción de un local y acceso al equipamiento necesario y a capacitación técnica.
Casi siete años han pasado de ese momento y muchas cosas han cambiado, menos el creciente amor por su trabajo y la entrega con el que las 14 mujeres que hoy quedan al frente de Chojoba se las arreglan para conseguir un transporte que las encamine hacia la chocolatera y allí trabajar diariamente el cacao, un fruto que, como bien conoce Senia Martínez, socia del proyecto, “no quiere saber de gente resabiosa”.
Y el cacao sí que ha sabido recompensar la dedicación constante con la que estas mujeres aprovechan las virtudes de sus almendros. Chocolates, mantecas, aceites, vinos y harinas son algunos de los 17 productos que esta marca tiene disponibles. La cocoa, por supuesto, no se puede quedar, sea que la prefiera con azúcar añadida para agregar a sus recetas o amarga en forma de barras que, envueltas, recuerdan a los turistas a puros de tabaco. De hecho, este es el producto de mayor demanda.
“Nosotras vivimos esto”, asevera Élida Vargas, quien preside a Asomuava y a la marca de este gremio. Con entusiasmo, narra que la mayor satisfacción para ella y sus compañeras radica en haber descubierto el valor del fruto a través de su procesamiento. “Cada vez que nos preguntan por chocolate, ya nosotras podemos explicar cómo se hace, algo que como persona me ha ayudado bastante”.
“¿Tú sabes cuál es otra de las cosas que nosotras le agradecemos al proyecto? –agrega Senia a las palabras de su compañera–. Mira cómo estamos nosotras hoy con ustedes, hablando. Antes quizás hubiéramos estado con la cabeza… abajada (agachada), con vergüenza, pero ahora no. Cuando a nosotras nos visitan, hablar e interactuar lo que nos da es mucho gozo”.
Pero no todo ha sido como “agua de mayo”. Emprender puede verse como una acción fácil una vez se ha comenzado, pero mantenerse en el negocio implica componentes de logística y mercadeo en los que Chojoba tiene aún mucho por aprender para abrirse paso en el mercado.
Sin embargo, Ana Silverio está confiada de que el proyecto ya pasó por “el trago amargo”: la discriminación y la subestimación a sus esfuerzos que recibieron por parte de sus pares, esposos y amistades. “Nosotras fuimos muy atacadas por la gente: ‘Que ustedes son vagas’, ‘que no van a lograr nada’, que ‘yo no sé qué es lo que ustedes hacen para allá’. Ahora esa gente que nos atacaban, hoy son las que nos están felicitando y eso quiere decir que es para adelante que vamos”.
La constancia y la calidad de sus productos definen el trabajo que hacen, y que ahora, con la pandemia, se ha vuelto su único medio de ingresos que, si bien “no es tanto”, les permite contribuir en el hogar y compartir con sus parejas la carga financiera.
“Eso es lo que más me gustaría como mujer, que cuando vean nuestra etiqueta, la gente diga ‘mira: eso lo hicieron mujeres del campo. Mujeres que, aún con sus bajas y sus altas, se trazaron una meta y llegaron, porque cuando ellas deciden, logran lo que quieren’”, manifiesta Élida, quien valora el poderoso mensaje que su emprendimiento puede llevar a otras mujeres que, relegadas a las tareas domésticas, aún permanecen al margen de la inclusión laboral femenina.
En los próximos años, Chojoba aspira con expandir su negocio a través de la apertura de sucursales en la ciudad de Gaspar Hernández y en otros puntos del país, conseguir una camioneta para distribuir los productos directamente a sus clientes y poder otorgar empleo a aquellas 22 mujeres que, en su momento, formaron parte de los inicios de la marca, así como a otras que quieran superarse. Mientras tanto, las puertas de su chocolatera en Joba Arriba se mantienen abiertas de par en par, esperando a sus visitantes con deliciosas barras de chocolate orgánico, dulces como las esperanzas y sueños de estas mujeres que han encontrado en el cacao un modo único de ver y vivir la vida.