Quiero ser franco: este artículo es para Pedro Castillo, quien recientemente se convirtió en el nuevo presidente del Perú, la gran nación Inca, cuna de ese imperio precolombino que nos legó demasiado historia. Le dedico este breve texto porque necesito, realmente necesito y abogo por que tenga éxitos en su gestión, ya que su discurso de toma de posesión no me quedó lo suficientemente claro. Sé que dejó dudas en más de uno de sus espectadoras y ciudadanos peruanos.
La verdad es que lo noté un tanto dubitativo, quizá por la inexperiencia, y porque de repente pasó de ser un maestro rural a Presidente de un país. Fue un discurso mal elaborado en términos de cronología, sin hilaridad en los temas, a veces con planteamientos etéreos sobre cuestiones muy vitales para la vida económica e institucional del país. Le faltó hacer énfasis y terminar arriba, como dirían los expertos en Comunicación Política.
Y la verdad hay que decirla: debe ser un gran choque de emociones lo que tiene en su ser. Supongo que habrá sabido, por lo menos, rodearse de verdaderos expertos en cada una de las materias o áreas de trabajo. Esto es fundamental. Y por supuesto: que sean personas idóneas, que no les quieren serruchar el palo, a fin de evitar que pase a la historia como uno de los tantos jefes de Estado peruanos que han sido destronados. Esto no lo queremos, no lo deseamos. Nuestro deseo es que el Gobierno no le quede grande.
Y lo que más me preocupó, más allá de las debilidades en la forma en que leyó el discurso, fue su indefinición respecto a su relación con el sector privado. Me refiero al capital que invierte, a ese sector que tiene capacidad para generar empleos, bienestar y oportunidades para los peruanos. Me preocupó su énfasis en los más débiles, en los “ronderos”, organizaciones comunales de defensa que funcionan desde los años 70 para garantizar seguridad, administrar justicia y resolver cualquier dificultad o problema en sus jurisdicciones. Está bien que existan, pero hay que tener cuidado que no se conviertan en bandas armadas que luego sean utilizadas para otros propósitos. Venezuela y Nicaragua son dos ejemplos.
Tranquiliza, en lo que a la propiedad privada se refiere, que quiere una economía en orden, basada en la inversión, aunque por otro lago enfatiza (y podría tener razón según sea tratado el tema) en la necesidad de acabar con los abusos de los monopolios (que son malos según sea el caso) y los sectores que supuestamente abusan con el costo de los servicios que ofrecen.
Aquí entra la parte del consejo, pero de un verdadero sabio de la política que pasó por la Presidencia de un país y hoy es un referente. Pepe Mujica, el emblemático expresidente uruguayo, es un socialista a carta cabal, pero no es bobo. Apoya el capital privado porque “gente como esta resuelve problemas” que los gobiernos no están en capacidad de resolver. Aquí se refiere, por supuesto, a la generación de riquezas, empleos y crecimiento del producto.
“Si algún día hay fuerzas que lo puedan suplantar con ventajas, vamos arriba, pero si no, va para atrás. Yo seré socialista, pero no quiero ser bobo, porque si después, por querer repartir exprimo demasiado, tengo menos para repartir”, afirma.
Aquí entra la sífilis en acción en el escenario del análisis. Mujica considera que hay enfermedades que soy inteligentes. Este es el caso de la sífilis, pues nunca mata a la víctima, porque si lo hace no tiene de qué vivir. Y ahora, haciendo un paralelismo, es que afirma: “Entonces que trabaje el capitalista, él va a hacer plata, que yo le tengo que cobrar impuestos para repartir”. La idea es, señor Presidente del Perú, que trabaje junto al sector privado porque el Estado no está en capacidad de suplir todas las necesidades o demandas de la población.
Es necesario garantizar un clima de inversión y seguridad jurídica para que las empresas sigan confiando. Garantice su gobierno sobre la base de la generación de oportunidades reales, es decir, de esas fórmulas que crean valor real en la economía.
El empleo es una variable real, pues no sólo ayuda a la estabilidad económica, sino a la certidumbre social que necesita todo país para seguir adelante. Hágalo, señor Presidente, y verá que hasta quienes votaron en su contra tendrán que callar al ver sus resultados. No mate la confianza del sector privado, pues tampoco la sífilis mata a sus víctimas, pues las necesita para seguir viviendo. Espero que usted entiende esta fórmula, señor Castillo.
Ojalá que algún día tenga el honor de entrevistarlo para hacerle otra gran pregunta que no puedo expresar por aquí.