“Si crees que puedes, ya estás a medio camino”. –Theodore Roosevelt
Las acciones o estrategias estatales para ayudar a las Mipymes no deben limitarse a mantenerlas en estado de sobrevivencia efímera mediante el suministro de financiamiento blando, subsidios o cuantiosos regalos de capital de trabajo. En el caso de los mercados estatales cautivos, como es el del mencionado Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie), seguir esa ruta significaría un doble gasto para los contribuyentes.
Por un lado, se inyectan enormes sumas de dinero para mantener vivas a esas unidades con la peregrina apuesta de que sean más “competitivas”; por otro, las compras a estas empresas-caso Inabie- se financian con dinero del Estado, representando miles de millones de pesos.
Al hacer esas compras a las Mipymes, que sabemos adolecen de serias deficiencias en cuanto a sus prácticas productivas y modelos organizacionales y de gestión, probablemente no estaríamos asegurando las compras de los mejores productos. Por ejemplo, en el caso de Inabie, están presentes variables como la inocuidad, calidad y aspectos nutricionales. Pero ni los precios que se pagan por las raciones ni la realidad de las condiciones productivas de las Mipymes ni los servicios de inspección y control ensayados hasta el momento, podrían hoy garantizar alimentos verdaderamente inocuos y de calidad.
¿Estaremos acaso afirmando que las fabulosas compras estatales dejen de tener como mercado preferente a las Mipymes? No, se trata de cambiar la visión que el Estado tiene de estas empresas para que realmente se conviertan en proveedores de excelencia global. Esto incluye no solamente mejoras en los aspectos críticos de su funcionalidad productiva y comercial; también un redireccionamiento de las inversiones que el Estado hace en ellas para mantenerlas en estado de literal sobrevivencia.
Desde esta columna hemos sido incansables en destacar el tema de la calidad: elemento indispensable para incrementar la productividad y, consecuentemente, la competitividad. La calidad es asunto invadeable para las Pymes. Ellas son necesarias e indispensables para generar empleos, distribuir ingresos entre la población y las regiones, y continuar con muchos suministros críticos a las grandes empresas. En términos de gobernabilidad, no puede perderse de vista que funcionan como un importante factor de cohesión social y movilidad económica de las personas.
Son el refugio por excelencia de miles de dominicanos ante un sector productivo que es muy lento generando empleos de calidad y que todavía sigue mirando al Estado como una vía fácil para subsanar u ocultar grandes deficiencias. Sigue vigente el interés de asegurar importantes ganancias con solo algunos esfuerzos administrativos y de lobismo político.
La aprobación de recursos a las Mipymes debe suponer la identificación de factores claves de éxito, la determinación del grado de flexibilidad de adaptarse al entorno, las oportunidades de potenciar los procesos internos de planificación y la posibilidad de mejorar la gestión directiva, siempre bajo la orientación de moverse hacia una cultura corporativa bien entendida.
Para ser candidatas mercados estatales -o a cualquier otro- las Mipymes deben cumplir con requerimientos negociados del producto o servicio, a un costo que represente valor para el cliente (calidad). Por lo demás, la competitividad externa está indisolublemente enlazada con el máximo rendimiento de los recursos propios tales como: el capital humano, el capital financiero, los materiales, y los procesos de transformación.
Por el lado de las instituciones demandantes en los mercados estatales -el Inabie es una de las más grandes- el asunto es armar un sistema de evaluación, monitoreo y control de las entregas de alimentos y otros productos en toda la cadena de valor implicada. Como se ha señalado antes, un esquema de certificación estatal, creíble y reconocido, podría ahorrarle esta compleja y costosa tarea al Inabie. ¿Para qué creamos el Sistema Dominicano para la Calidad? De los dos lados necesitamos un Estado emprendedor.