Los altos precios en la comida, alimentos, combustibles y materiales importados están provocando una presión que se siente sobre nosotros, los ciudadanos de a pie, y sobre los actores responsables de la dinámica económica de nuestro país y del mundo.
Parte de esa tensión se refleja en el último comunicado compartido por el Banco Central esta semana, en el que resalta a República Dominicana como uno de los países que, sí, ha tenido descontrol sobre los precios internos, pero es el tercero en América Latina donde esto ha sucedido menos.
Es decir, la meta es que la inflación se mantenga en un rango de 4% más o menos 1%, pero, a julio, se situó en un 9.4%. Ahora mismo está 2.4 veces más alta que las expectativas pautadas. Guatemala tiene una inflación 2.1 veces más alta de acorde a sus expectativas y Uruguay 1.9 más alta.
Este dato ha sido resaltado, textualmente, como “revelador” y “obviado por analistas políticos en su afán de desmeritar el comportamiento de la inflación interna”. En esta ocasión, el Banco Central invita a que no miremos el vaso medio vacío hablando sobre una alta inflación, sino, verlo medio lleno: no analizarlo como la octava economía con la inflación más alta (y cuidado, si sacamos los países con hiperinflación), sino como la tercera con menor descontrol de precios, dentro del contexto actual.
Pero ¿Por qué?
La entidad monetaria calificó las críticas sobre alta inflación como “desafortunados” ya que “pudiesen contribuir a alterar las expectativas de los agentes económicos sobre la evolución futura de los precios y pudiera afectar sus decisiones de gasto e inversión”.
Y me parece que, si despejamos de este comunicado de los juicios políticos que sugiere (ya que hace mención especial a “analistas políticos y colegas economistas”), nos quedamos con la parte central de este comunicado: Hay una alta preocupación del Banco Central de que el país deje de ser atractivo para la captación de inversiones.
Esto es de interés para el Gobierno, cuya principal estrategia es mejorar su grado de inversión. En otras palabras, proyectarse como un país competitivo, con un clima de negocios atractivo para abrirse oportunidades a la financiación externa, tanto a nivel de préstamos, como de apoyo a proyectos que generen rentabilidad.
Además, estamos en un contexto donde el dólar se ha debilitado. Para los consumidores esto es positivo: Los productos que compran en dólares van a estar más baratos. Pero para los agentes económicos, esto implica menores dólares de retorno y que hay que buscar más de la divisa fuerte para compensar sus pagos.
Si de algo estamos seguros es que la incertidumbre, que comenzó siendo sanitaria por la pandemia, es cada vez más económica y geopolítica.
Antes de que te vayas, te invito a leer la historia de nuestra portada de la edición 356, en la que se compara cómo se encuentran las proyecciones de precios en la canasta básica local con las estimaciones del Banco Mundial.