Hace alrededor de trece años que Dominique Strauss-Kahn, antiguo director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en medio de la crisis financiera internacional del 2009, pronunció un discurso en donde resaltaba la relación que existía entre la estabilidad económica y la paz las cuales, según él, estaban estrechamente ligadas.
Añadía Strauss-Kahn, que “al perder una, probablemente se pierda la otra”, pues “la paz es una condición necesaria para el comercio, el crecimiento económico y la prosperidad”. Esta aseveración del otrora Director Gerente, no hace más que validar lo que la historia nos ha enseñado, que las crisis económicas y las crisis políticas representan un caldo de cultivo para la desestabilización social y las protestas de las poblaciones vulnerables, generándose un círculo vicioso de recesión económica, pérdida de empleos, aumento de pobreza, elevación de la desigualdad y nuevas protestas.
Frente a lo dicho anteriormente, el resumen es que nunca ha habido finales felices pues, en algunos casos la situación ha degenerado en guerras civiles, a lo interno de los países, o en conflictos bélicos internacionales, como es el caso reciente de la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero la historia está repleta de lecciones vinculadas a este tipo de fenómeno, en donde se conjugan las crisis con los estallidos sociales. Pero el problema está en la poca valoración que a veces se le da a la estabilidad económica, política y social de un país, sin saber que, cuando esta se pierde, es muy difícil recuperarla.
Quizás el caso más emblemático es el de Argentina que, de ser un país en franco desarrollo, ha pasado a ser una nación con fuertes dificultades económicas, una permanente crisis política y con conflictos sociales con la población en general, quienes se sienten cada vez más pobres y desposeídos.
Hoy Argentina experimenta una de las inflaciones más elevadas de América Latina con un 66.1%, al mes de septiembre del 2022, mientras existen expectativas de que su producto bruto interno se expandirá solo un 3.6% al finalizar ese año, y que se contraiga en un 1% para el 2023.
Otro ejemplo parecido al de Argentina es el de Venezuela, país que décadas atrás era un modelo de crecimiento económico y estabilidad en la región, pero que, de un tiempo a esta parte, ha vivido en un constante conflicto político interno que lo ha conducido a un deterioro de su economía, a inestabilidad social y a un fuerte proceso migratorio que ha implicado la salida de miles de venezolanos quienes hoy deambulan por casi todas las naciones del mundo.
De hecho, se estima que, desde el inicio de la crisis han salido de Venezuela entre 5 y 6 millones de personas. Más aun, la inflación de Venezuela para el año que transcurre será de entre un 100% y un 200%, según analistas de esa nación, en tanto su PBI crecerá entre un 5% y un 7%.
En el caso dominicano, la estabilidad macroeconómica ha sido un signo distintivo del país después de la crisis bancaria surgida en el 2003, y hemos tenido relativa estabilidad política después de la crisis que surgió de las elecciones nacionales de 1994. Algunas escaramuzas al interior de determinados partidos políticos se han asomado, pero no han lacerado el sistema político en su generalidad.
Con economía estable y un sistema de partidos funcionando adecuadamente, es obvio que la estabilidad social se ha hecho presente, generando un cuadro favorable para atraer inversión extranjera directa, impulsar el turismo, motivar las remesas familiares y, sobre todo, construir un escenario para continuar creciendo económicamente. A mantener esta estabilidad es a lo que todos deberíamos apostar pues, para comprar todo lo demás, usted puede utilizar cualquier tarjeta de crédito.