[dropcap]R[/dropcap]epública Dominicana debe estar alerta ante cualquier desastre. Tarde o temprano habrá que enfrentar un acontecimiento natural que pondrá a prueba su capacidad de respuesta.
Los expertos cuestionan cuán preparado está el ciudadano común para enfrentar una eventualidad catastrófica, cuántos edificios de apartamentos fueron construidos con resistencia sísmica y si el Estado se ha puesto a analizar el impacto que tendría un fenómeno en las finanzas públicas.
La agenda tiene muchos temas pendientes. Para Marco Antonio Giraldo, geólogo y consultor internacional en materia de gestión de riesgo de desastres, el país debe abocarse a poner en estado de prioridad la creación de fondo sectorial que abarque sectores tan sensibles como salud, educación e infraestructura pública, a fin de minimizar los riesgos.
A su entender, las instituciones están en la obligación de proponer, dentro de sus planes de desarrollo y presupuesto, partidas para mitigación de riesgos, como eventualidades ante terremotos, huracanes o inundaciones, entre otros.
República Dominicana pierde en promedio US$420 millones cada año como consecuencia de los desastres naturales, según el informe “Gestión financiera y aseguramiento del riesgo de desastres en República Dominicana”, que contó con el apoyo del Banco Mundial (BM) y el Ministerio de Economía local y soporte financiero de la Unión Europea (UE).
Ranking
El Índice de Riesgo Climático Global 2016 de Germanwatch coloca al país en el lugar número 11 de una lista de 183 países más afectados por eventos climáticos. Giraldo, precisamente, llama la atención sobre los efectos que tienen los desastres naturales en las finanzas públicas.
Sobre la inclusión de presupuestos anuales sólo para prevenir riesgos, el experto considera que debe ser así, pues lo que no se aprueba dentro de un plan difícilmente podrá ser ejecutado con eficiencia.
Afirma que no sólo se trata de esperar la ayuda y colaboración internacional, sino de los recursos internos que estén presupuestados y disponibles ante cualquier situación. Resaltó el papel que han hecho algunas instituciones, como Salud Pública y Educación, por impulsar construcciones más seguras.
“Es un tema muy sensible, pues la reducción de riesgos cuesta, cuesta mucho dinero. Son múltiples actores. Por ejemplo, para el caso de la infraestructura no es fácil en un momento dado decidir hacer reforzamiento de edificaciones, ya que cuestan muchísimo dinero. Sin embargo, hay que comenzar a incorporar estas partidas dentro de la programación financiera del Estado, empezar a gestionarlos desde el mismo nivel central para que, cuando sean necesario, se tenga la posibilidad de utilizarlos para reducir riesgos”, afirmó.

Giraldo, quien habló en la sede de Naciones Unidas en la capital dominicana, dictó la conferencia “La vulnerabilidad del Gran Santo Domingo: un desafío para construir una ciudad resiliente”, donde llamó a los actores de la sociedad a estar pendientes y asumir con responsabilidad la gestión de riesgo.
Giraldo explicó que el crecimiento no planificado de la ciudad, la concentración de personas en zonas de peligro frente a distintas amenazas (sísmicas, inundaciones, deslizamientos); la construcción de viviendas sin considerar las normas técnicas mínimas, el déficit de presupuesto para adoptar medidas sistemáticas de reducción de riesgo y preparación para desastres, así como la falta de educación de la ciudadanía sobre el riesgo de desastres y sus formas de manejo, incrementan la vulnerabilidad de la población.
El experto considera que es fundamental asegurar que las políticas de desarrollo local tomen en cuenta un modelo de ocupación del territorio que garantice la gestión de riesgo de desastres, que incorpore medidas de seguridad y protección, que incluya la formación de la población para garantizar su vida y la sostenibilidad de sus medios de subsistencia ante potenciales desastres.
Recordó que su país, Colombia, ha tenido que pasar por desastres muy fuertes, algunos de ellos extremadamente catastróficos. Destacó que en la medida en que se ha dado toda esta experiencia el sistema también ha ido evolucionando.
“Hay un fondo nacional que se dirige desde un nivel central que no está orientado sólo al tema del desastre, sino a abordar todos los procesos en los que participan las instituciones dentro del sistema”, indicó.
Apoyo del PNUD
El acto estuvo encabezado por Luciana Mermet, representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Iván Ogando, director de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), y el mayor general Rafael Emilio de Luna Pichirilo, presidente de la Comisión Nacional de Emergencias, quienes consideran que los comunicadores, tanto los periodistas como los estrategas, juegan un rol fundamental en la formación de una cultura de gestión de riesgo, al convertirse en transmisores de la información y el conocimiento sobre los peligros, la sensibilización de los grupos sociales y la promoción de la reducción del riesgo como aspecto esencial para el aumento de la resiliencia de la población.
Un total de 35 periodistas y comunicadores sociales fueron becados para participar en el diplomado “La comunicación para la gestión del riesgo de desastre y el cambio climático”, que tendrá una duración de dos meses e incluye los módulos de: Introducción a la gestión de riesgo de desastres, la respuesta a la emergencia y la recuperación postdesastre, marco jurídico sobre la gestión de riesgo y la emergencia; medio ambiente y cambio climático; y estrategia de comunicación sobre gestión de riesgo sísmico.
El proyecto “Acciones que salvan vidas: Preparación ante desastres y reducción del riesgo sísmico y por tsunamis en la costa sur” lo implementa el consorcio formado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Asamblea de Cooperación para la Paz (ACPP), con el financiamiento principal del Programa de Preparación para Desastres de la Comisión Europea (Dipecho) en el marco del Plan de Acción 2015-2016 para el Caribe.