[dropcap]L[/dropcap]as estadísticas que a diario nos llegan sobre el desempeño de la economía de Venezuela, anuncian una profundización de la crisis económica, la cual está llegando a niveles preocupantes debido a la onda expansiva que puede generar en los países de la región.
En efecto, con una devaluación de la moneda nunca antes vista (casi 550 bolívares por un dólar al finalizar el mes de mayo), niveles de inflación cuyos pronósticos para el 2016, según el Fondo Monetario Internacional, es de que alcance un 500%, y unas expectativas de que el Producto Interno Bruto decrezca un -8%, conduce a pensar que la economía venezolana llegó a una situación de quiebra.
Pero si bien los datos anteriores generan escalofrío en los agentes económicos, los que se presentan a continuación pueden llegar a crear pánico en cualquier mortal.
Según datos de un estudio realizado por la investigadora Landaetta, “9 de cada 10 personas en Venezuela no puede comprar todos los alimentos de la canasta familiar; hay 34% de pobres recientes, que antes pertenecían a la clase media, y solo el 19% de la población no es pobre”; todo esto ha generado, entre otras cosas, un incremento en la mortalidad infantil y neonatal, y se entiende que se está al borde de una emergencia alimentaria.
Por el lado de los impactos negativos que tiene la crisis de Venezuela en las economías de los países de la región, ya pueden observarse una disminución significativa en el intercambio comercial con un país fronterizo como Colombia, otrora un socio importante en términos de exportación e importación de bienes y servicios.
La disminución del flujo de turistas desde y hacia la República Bolivariana de Venezuela, constituye también un efecto adverso que tiene la crisis económica venezolana sobre sus más cercanas naciones. Sin embargo, quizás uno de los elementos de la crisis que más repercutirá negativamente sobre determinados países de la región del Caribe y de Centroamérica, es la muerte paulatina y casi segura de Petrocaribe, un mecanismo que posibilitó durante varios años, subsidiar la compra de combustibles a países como Haití, El Salvador y República Dominicana.
Sin hurgar demasiado en los orígenes de esta crisis económica venezolana, la cual tiene, indudablemente, matices políticos y sociales, lo cierto es que ese país está entrampado, con un modelo económico colapsado, un proceso migratorio de empresas y personas huyendo de la situación económica, y autoridades gubernamentales incapaces de tomar las medidas económicas que el momento obliga. Frente a todo esto, y preocupados por nuestros hermanos venezolanos, solo queda pedir una oración por Venezuela.