República Dominicana está de luto. La tragedia que afectó a San Cristóbal, que hasta el momento ha cobrado la vida de una docena de personas, ha marcado tristemente la historia de esta provincia y del país. El resto de la vida de muchas familias ha sido tocada para siempre. La resignación no significa olvido, sino una aceptación de una realidad que no podemos cambiar.
La explosión, ahora que es un grito de lamentos por todos, también debe llamar a la reflexión a todos, especialmente a las autoridades que tienen bajo su responsabilidad la autorización de negocios con un alto riesgo en zonas muy pobladas de alta concurrencia de personas. En este caso esto fue lo que sucedió.
No caigamos ahora en que no se sabe quién estuvo primero en el lugar. Hay una realidad que debe llamarnos al mea culpa. La autorización y supervisión son fundamentales para evitar esta tragedia.