¿Alguna vez has continuado consumiendo un producto que no te gusta, simplemente porque ya habías pagado por este? Todos parecemos tener una voz en nuestras cabezas que nos insta a seguir invirtiendo tiempo, recursos o dinero en algo solo porque ya hemos hecho una inversión inicial (Busquets, s.f.).
Esta situación nos ocurre con servicios, relaciones personales, productos e incluso en inversiones millonarias para algunos estad os y empresarios.
La teoría económica clásica sostiene que al tomar decisiones de inversión debemos obviar los costos ya incurridos y solo evaluar los costos futuros. Sin embargo, en los malos negocios existe una especie de “gancho” que crea la falsa ilusión de que podemos recuperar los recursos ya invertidos, aunque esto signifique seguir cavando un hoyo. Los economistas llaman a esto “la falacia de los costos hundidos” o “la falacia de las pérdidas irrecuperables” (BBC,2019).
Los costos hundidos no solo tienen un impacto en las actividades cotidianas, como ir a un concierto en mal tiempo luego de haber comprado la entrada, o terminar una relación de muchos años, sino que también tiene un impacto en decisiones de mucha mayor relevancia. Es por esto que, en las decisiones económicas, los costos hundidos son obviados y no son tomados en consideración al momento de decidir si continuar o no en un proyecto de inversión (Tuovila, 2024).
La falacia de Concorde es un buen ejemplo del impacto que puede tener la consideración de los costos hundidos en una inversión o proyecto de gran escala. En 1956, el Comité de Transporte Supersónico Aeroespacial concretó una reunión para discutir la construcción de un avión, el Concorde. Este proyecto de casi US$100 millones mostraba claras evidencias de que —luego de presentar mayores costes— no iba a ser rentable una vez terminado el proyecto. Sin embargo, la decisión fue continuar su curso, por la razón que ya todos conocemos… consideración de los costos hundidos. Evidentemente, el proyecto continuó solo para operar por menos de 30 años (The Decision Lab, s.f.).
Es importante tener presente este sesgo porque los costos hundidos pueden actuar como distracción en la toma de decisiones. Cuando una empresa o un Estado toma decisiones económicas no debe considerar estos costos, ya que estos habrán ocurrido independientemente de los resultados futuros, pues considerarlos puede resultar en una elección menos favorable (Perez, 2023). Obviar estos costos ayuda a prevenir la inversión de más dinero —útil para mejores inversiones— en un proyecto de baja rentabilidad.
Dean Yeong es un empresario que pasó por una situación de esta índole. “Pensábamos que estábamos listos para instalar un pequeño café, pero al final del día no funcionó muy bien, cometimos muchos errores”, decía. “Sabía que estábamos perdiendo dinero cada día, pero no estaba seguro de cuánto. Como no podía contratar personal, me puse a trabajar en el café y me sentía atrapado física y mentalmente”. Era más que evidente que ya era tiempo de cerrar el negocio, pero pasaron casi dos años antes de tomar la decisión (BBC,2019). Por esta razón es que en muchas ocasiones las inversiones grandes en malos proyectos se transforman en tentación a gastar más dinero con la esperanza de recuperar los costos hundidos.
Si quieres probar tu susceptibilidad de ser influenciado por este fenómeno, hagamos el siguiente ejercicio:
Imagina que has comprado un ticket de RD$60,000 para ir a esquiar a Michigan, y luego, compras otro ticket de RD$30,000 para esquiar en Wisconsin. Al poco tiempo te das cuenta de que, por error, has agendado ambos viajes para el mismo día.
Ahora, se te pide que asumas que disfrutarás más el viaje a Wisconsin. Pero, hay un detalle importante: es demasiado tarde para pedir reembolso por cualquiera de los tickets.
Entonces, surge la pregunta: ¿A cuál destino preferirías ir a esquiar? ¿Optarías por el viaje que te proporcionaría más disfrute (Wisconsin) o te inclinarías por el que te costó más dinero (Michigan)? Piénsalo un momento y decide. ¿Ya sabes cuál preferirías? Si elegiste el viaje a Michigan, no estás solo. En un experimento similar, el 54% de los participantes indicaron que preferirían el viaje a Michigan, a pesar de que se suponía que disfrutarían más el viaje a Wisconsin.
Esto se debe a que el viaje a Michigan representaba un mayor costo hundido, es decir, ya habían invertido más dinero en él. Aunque la decisión racional sería elegir el viaje que proporcionaría más disfrute (Wisconsin), la falacia de los costos hundidos puede influir en nuestras decisiones y llevarnos a intentar “recuperar” nuestra inversión inicial, incluso cuando sabemos que no es la mejor opción.
Este resultado demuestra cuán común es la falacia de los costos hundidos y cómo puede afectar nuestras decisiones.