[dropcap]S[/dropcap]iempre se ha dicho que, por la cercanía y vinculación de República Dominicana con Estados Unidos, cuando a la economía norteamericana le da gripe, la dominicana adquiere neumonía.
Pero esta correlación ya sobrepasa el campo económico, y se instala también en el terreno político. De ahí la importancia que ha adquirido para los dominicanos esta campaña electoral que, en esta ocasión, enfrenta al magnate republicano Donald Trump, con la esposa del expresidente Bill Clinton, la demócrata Hillary. Al margen de las cuestiones estéticas lo cierto es que la campaña ha tenido poca sustancia y excesivos descalificativos.
Golpes bajos, insultos, acusaciones mal fundadas, inescrupulosos comentarios, y otros muchos desafueros, han sido la tónica de una contienda electoral llamada a ser un ejemplo para el mundo. Esto ha sido alimentado por un morbo periodístico a la dominicana, y por la falta de propuestas creíbles que sustenten los discursos de ambos candidatos.
Hillary promete una reforma migratoria justificada en la necesidad de no separar a las familias extranjeras, particularmente de origen mexicano, que viven entre la legalidad y la ilegalidad.
Trump apuesta a la deportación masiva, y a la construcción de un irracional muro que él soñó cuando chiquito. Pero ambas propuestas parecen más declaraciones de intenciones que medidas reales que se puedan tomar.
En la economía, el discurso de Trump apunta a la recuperación mediante la revisión de los tratados de libre comercio, la disminución de impuestos para promover la producción y el fomento al empleo.
La apuesta de Hillary apunta al cobro de más impuestos a los ricos, y al fortalecimiento de la educación técnica como instrumento para fomentar el desarrollo de nuevas empresas. En el caso de Hillary, se critica que esta propuesta es una ampliación de la ejecutada por Barack Obama, sin que se haya mostrado avances significativos mediante este modelo.
Y así, Donald e Hillary han ido de debate en debate, el primero mostrando el refajo de su incapacidad para gobernar algún país, aunque éste fuera imaginario, y la segunda zigzagueando frente a preguntas que no puede responder.
Pero la estrella en el último debate celebrado entre ambos la semana pasada fue Trump, cuando denunció que había posibilidades de un fraude durante el proceso electoral, y que no sabía si reconocería el triunfo de Hillary si esta ganaba.
Ya si nos estamos pareciendo al imperio del norte, por lo menos en la reacción de sus políticos con expectativas de perder.