El peaje es el precio que hay que pagar a cambio del beneficio de transitar por una autopista. En términos de costo-beneficio es mucho más rentable trasladarse por ese tipo de vía que hacerlo por un camino secundario.
Por lo general, ese tipo de infraestructura se financia con deuda a largo plazo. Y para honrar esa deuda y pagar los costos de mantenimiento de las autopistas se requiere que aquellos que las utilicen paguen un peaje cada cierta cantidad de kilómetros.
El Ministerio de Obras Públicas está ejecutando un amplio programa de modernización de la infraestructura vial del país. En pocos meses ha logrado terminar varios tramos de autopistas que tenían años por concluirse, aumentando considerablemente el impacto positivo que tienen sobre la economía.
Ese programa incluye elevar la calidad de las tres principales autopistas nacionales. Además de renovar el pavimento, lo cual reduce la probabilidad de accidentes y disminuye el costo de transporte, se ha estado mejorando considerablemente los servicios de asistencia vial. Y Obras Públicas lo está haciendo a un costo considerablemente menor que el que hay que pagar a las empresas que tienen autopistas concesionadas, las cuales, además de cobrar elevadísimos peajes, hay que asignarles un pago mínimo que le asegure su rentabilidad.
La forma óptima de realizar el aumento del peaje sería la siguiente. Sólo cobrarlo a la salida, tal como se hace ahora. No cobrar el aumento a las personas que habitan en las ciudades aledañas, como San Cristóbal, Boca Chica y Villa Altagracia. Y para compensar al Estado por ese subsidio focalizado, se podría establecer un impuesto de 1% a las placas de los carros con valor superior a los 2 millones de pesos.
Eso sería equitativo y eficiente.