La capital dominicana es una ciudad moderna con importantes retos, los cuales habrán de verse como excelentes oportunidades de mejora. Santo Domingo es historia, turismo, cultura, pero sobre todo negocios. Es la metrópolis más importante del Caribe, que acoge a empresas nacionales e internacionales de gran prestigio. Su pecado ha sido un crecimiento sin planificación, lo cual la convierte en un espacio donde reina el caos en el tránsito y la prestación de los servicios públicos.
El alcalde del Distrito Nacional, David Collado, reveló que el cabildo que dirige se encuentra en el proceso de formulación de un plan de ordenamiento territorial de la capital. Es una de las noticias más positivas que puede recibir la ciudad en medio del caos que hoy la caracteriza. Para que Santo Domingo no pierda competitividad, que sea un centro atractivo para la inversión, para el turismo de convenciones o cualquier otra actividad que genere riquezas, es preciso revisar lo que se ha hecho y plantear con claridad qué se necesita para tener una mejor ciudad.
El alcalde entiende que una parte esencial y primaria del cambio de la ciudad y su ordenamiento es transformar el caótico tráfico. “Esta es tristemente una asignatura pendiente que gracias a la aprobación de la Ley 63-17 de Movilidad y Transporte se reordenará el tránsito de vehículos, personas y transporte público”. Lo dijo ante la matrícula de la Cámara Americana de Comercio.
La ciudad necesita de acciones concretas. Hay una deuda acumulada en cuanto a los niveles de educación y de un régimen de consecuencias que funcione correctamente sobre la base de una autoridad competente. La Ley 63-17 ofrece las herramientas necesarias para implementar importantes transformaciones en la ciudad. Hacerla más competitiva y amigable a los negocios es una obligación de todos, de las autoridades y de los ciudadanos.
Santo Domingo tiene un activo que no podrán tener otras ciudades: es la primada de América, donde se inició la conquista de finales del siglo XV. Entonces, mirando hacia su historia, pero enfocados en un futuro promisorio, quienes tienen el poder de tomar decisiones deben entender que tienen luz verde de la sociedad para implementar las transformaciones positivas que requiere la ciudad. Ya es imperdonable que los ríos Ozama e Isabela sean arrabales y no la zona más bella, turística y competitividad de la ciudad. Estos canales naturales de agua son idóneos para actividades más acordes con lo que Santo Domingo debe ofrecer a los turistas que vienen con la ilusión de visitar la Primada de América.
Hay acciones realizadas que van en la dirección correcta. La ciudad pasó a ser parte de una alianza de 50 metrópolis para promover la salud de sus calles, una mancomunidad que está promovida por la Organización Mundial de la Salud y la Fundación Bloomberg.
¿Cómo es posible que la capital dominicana no disponga de un espacio planificado donde llevar la basura y convertirla en productiva?
El tiempo pasa y Santo Domingo se desenvuelve (y se desarrolla) entre los contrastes de la modernidad y un entorno arrabalizado y caótico. Es una ciudad de discordancias en su diario vivir, en su cotidianidad agitada. Ahora es el momento de tomar las decisiones que agradecerán las próximas generaciones.