Si hay algo que ha caracterizado a la mayoría de los hombres que han gobernado a República Dominicana durante toda su historia es el afán por continuar en el poder o de regresar a asumirlo luego de uno o dos períodos fuera.
Esa característica se ha mantenido hasta la actualidad, por lo que vimos a un Joaquín Balaguer gobernar durante tres períodos consecutivos, salir del poder dos períodos y regresar a gobernar dos períodos y medio más, utilizando todo tipo de estrategias para obtener un resultado favorable, aunque cuestionable, en las urnas electorales.
Aunque Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco no buscaron la reelección desde el poder, no faltaron los intentos y las “motivaciones” de determinados personajes a su alrededor. Luego vino Leonel Fernández, quien tras un período en el que no intentó la reelección, logró regresar al poder cuatro años después y ahí sí fue motivado a reelegirse. Le tomó tanto cariño a la silla presidencial que, tras ocho años fuera del gobierno, insiste en volver a postularse para ver si regresa a pesar de que ya gobernó tres períodos.
El intento reeleccionista de Hipólito Mejía fue detenido por la voluntad de un pueblo seriamente afectado por una crisis económica provocada en parte por el gobernante y por eso no pasó de un solo período, aunque ha intentado regresar al poder en tres ocasiones fallidas.
Y está el actual presidente Danilo Medina, quien llegó con la intención de gobernar un solo período, forzó una modificación a la Constitución para lograr su reelección y ahora sobran quienes pretenden que vuelva a pasar sobre la institucionalidad del país para aventurarse a buscar un tercer período consecutivo.
Pero cuando se observa a nuestros gobernantes y exgobernantes intentar e insistir en volver a gobernar, daría la impresión de que tienen muchos deseos de trabajar y luchar por alcanzar logros que contribuyan con el desarrollo del país y la mejora de la situación de los dominicanos.
Sin embargo, los hechos indican que no es así. Solo basta con observar los problemas fundamentales que han afectado durante décadas a nuestro país en distintos ámbitos: inseguridad ciudadana, electricidad, salud, educación, tránsito, drenaje pluvial, competitividad y otros.
Cuando analizamos las gestiones gubernamentales de los últimos más de 50 años de vida “democrática” nos damos cuenta de que ninguno de los hombres al mando ha resuelto ni un solo de los problemas fundamentales. Incluso, ni siquiera han resuelto problemas no fundamentales y, por el contrario, se observa en los últimos 20 años un mayor deterioro de la institucionalidad del país. Entonces, ¿por qué insisten en gobernarnos y volvernos a gobernar si no tienen nada significativo para dejar como legado a la sociedad dominicana?
Una superficial, pero objetiva mirada a las gestiones de nuestros últimos seis presidentes permite ver que los únicos legados que han dejado algunos son materiales (puentes, carreteras, presas, edificaciones), pero no hay un solo legado institucional de fortaleza e independencia efectiva.
Es verdad que se aprobó una Constitución de vanguardia en 2010, pero las instituciones nuevas que promueve han sido invadidas por representantes caracterizados por una elevada dependencia política y arrodillamiento al gobernante de turno, lo cual implica un debilitamiento extraordinario de la institucionalidad del país.
Incluso, esa Constitución no fue dotada de la protección necesaria y por eso se hace sumamente fácil para cualquier gobernante de turno, con capacidad de agenciarse el voto favorable de los legisladores, presentar y hacer aprobar cualquier modificación, especialmente si se refiere a la rehabilitación o adecuación de la reelección presidencial.
Pero gobernar para dejar algunos legados materiales no es gobernar para el desarrollo del país. Los buenos legados son los inmateriales, los de fortaleza institucional, los de desarrollo y permanencia de servicios fundamentales como salud, educación, agua, luz, seguridad; aquellos que contribuyen con una real mejoría de la calidad de vida de la gente.
Los legados inmateriales que garantizan la seguridad social como instrumento a favor de la gente y no para hacer negocios empresariales. Legados inmateriales para hacer que República Dominicana logre definitivamente posicionarse como el país más competitivo de la región, no con medidas cortoplacistas y cambiantes, sino con acciones permanentes e inmodificables, que sirvan como verdaderos legados presidenciales.