Esteban Delgado
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Recientemente recordaba unas declaraciones del entonces presidente Leonel Fernández en una actividad con empresarios en Santiago, en donde pidió la palabra sin estar en el programa del acto, para hacer algunas aclaraciones sobre al inversión del Gobierno en el sector educativo.
En esa ocasión, el mandatario señalaba que antes de invertir el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) en la educación, era necesario sentar las bases para una reforma profunda del sistema educativo, de forma que los recursos a invertir alcancen la efectividad deseada.
Por supuesto, las reacciones de la sociedad fueron para acabar con el presidente Fernández, debido a que estaba justificando la razón por la que había violado la ley que manda a invertir el 4% del PIB en educación.
Particularmente creo que los argumentos de Fernández eran correctos. Por malo es que salieran de él, que ya estaba llegado a 12 años de gobierno en tres períodos y que nunca hizo ningún esfuerzo para reformar el sistema educativo. Entonces, aunque lo que decía era verdad, no le quedaba bien, porque era precisamente sobre él que recaía la responsabilidad de no haber promovido esa reforma.
Sin embargo, su sucesor Danilo Medina ha cumplido con la ley haciendo una inversión anual de 4% del PIB en el Ministerio de Educación, no así en el sistema educativo.
Traigo el tema en cuestión, porque tras dos años consecutivos de asignación de tan elevada cantidad de recursos a Educación, los resultados son prácticamente nulos, con el agravante de que el sacrificio fiscal para cumplir con esa partida presupuestaria ha sido en base a afectar a otros importantes sectores del Estado y de la sociedad, pues no debemos olvidar lo constreñido que resulta el Presupuesto Nacional.
El Gobierno ha estado destinando el 4% del PIB al Ministerio de Educación, y resta prioridad a otras áreas de la educación.
Pero además, el Ministerio de Educación parece que no estaba preparado técnica y programáticamente para administrar e invertir con efectividad absoluta los recursos que recibe. Por eso, cada año la ejecución de los recursos queda corta, no se aplica en un 100%, además de que muchos de los gastos de Educación parecen improvisados, como para cumplir con la ejecución y no con objetivos específicos. Al menos, eso es lo que se percibe desde afuera.
Otra situación es el hecho de que las mayores inversiones y prioridades parecen enfocarse en la construcción de aulas y en el suministro de comida (desayuno y almuerzo) para los estudiantes. Pero uno se pregunta, ¿y el pan de la enseñanza, qué?
No se perciben avances en la reforma del sistema educativo en la parte de capacitación de maestros, diseño efectivo de los programas de enseñanza, ampliación del personal docente con mayor capacidad y depuración de una poderosa Asociación Dominicana de Profesores (ADP) que parece quedarse en el atraso con la resistencia de muchos de sus miembros a acoger los necesarios cambios para ver resultados efectivos en ese sector tan importante de la sociedad.
No vamos a entrar en detalles sobre el hecho de que en términos prioritarios la salud debería estar primero que la educación, aunque son dos sectores sociales importantes por igual.
Pero sobre todo, no quisiera que el tiempo le diera la razón a Leonel Fernández cuando advertía que antes de hacer tan grandes inversiones en educación era necesario implementar una efectiva reforma en todo el sector. Esperemos…