Una cosa es estar en una posición laboral, de cualquier índole, durante 20 años o más y otra es haber ocupado una posición temporal en un período determinado y pretender volver a ocuparla 20 años más tarde. A eso se agrega lo poco productivo que puede ser para una sociedad, mirar o retroceder dos décadas para optar por algo o alguien, en lugar de mirar más adelante.
Esta pequeña reflexión me llegó a la mente cuando estaba haciendo una revisión de los presidentes que ha tenido Estados Unidos y me encontré con que el señor George W. Bush fue electo en el año 2000, por lo que me imaginé cómo reaccionaría la sociedad norteamericana si la Constitución de esa nación le permitiera a un exgobernante volver a aspirar y éste lo intentara.
En eso me llegó a la mente el hecho de que en República Dominicana el doctor Joaquín Balaguer fue electo presidente por primera vez en 1966 y gobernó doce años consecutivos. Pero el asunto es que 20 años después, en 1986, el exgobernante se presentó a elecciones, con limitaciones físicas tan serias como su visión, y el pueblo lo eligió nuevamente. Los dominicanos retrocedieron 20 años para llevar a la Presidencia a quien habían elegido por primera vez dos décadas atrás.
Este artículo no busca evaluar las gestiones gubernamentales de quienes han dirigido el país ni para bien ni para mal, pero sólo reflexionar sobre el hecho de que pudiera ser un retroceso recurrir a alguien a quien se recurrió hace 20 años, cuando lo ideal sería mirar hacia delante y optar por gente nueva, diferentes, con otras ideas y otros compromisos o prioridades, ya sean buenos o malos.
El escenario presidencial actual es interesante, porque muestra pocas opciones de renovación y más opciones de miradas al pasado. Por ejemplo, tres de los más populares posibles contendientes a la Presidencia para el 2020 son expresidentes o el presidente actual.
Si existiera la eventualidad de optar por el gobernante actual, estaríamos hablando de alguien que fue electo por primera vez ocho años atrás, y sería para darle la oportunidad de gobernar por tercera vez consecutiva, por lo que no se ha de esperar que haga algo diferente a lo que ha estado haciendo, bueno o malo. Nada diferente.
En el caso del expresidente Hipólito Mejía, recuerdo que fue electo por primera vez a la Presidencia en el año 2000, lo que indica que si llegara a ser elegido en las próximas elecciones, el pueblo estaría optando por alguien que ya había elegido 20 años atrás, es decir, estaría recurriendo a lo que recurrió hace ya dos décadas.
En el caso del expresidente Leonel Fernández, su primera elección fue en 1996, por lo que uno se pregunta cómo es que un pueblo de un país, supuestamente avanzado, aunque no desarrollado, se entusiasme con la posible elección de alguien a quien ya había elegido 24 años atrás, el mismo al que volvió a elegir hace 16 años y que le gobernó dos veces consecutivas en esa ocasión.
La pregunta que surge es la referente a qué cosas diferentes o nuevas o superables pueden hacer ahora los hombres que tuvieron la oportunidad de hacerlo hace 20 años o más. No es que sean buenos o malos, sino que se trata de gestiones superadas, las cuales deben ser reforzadas o mejoradas por personas diferentes, pero no por los mismos que ya lo hicieron, pues sería regresar a más de lo mismo, en lugar de darse la oportunidad de ir a más de diferencia, si es que la hay.
El desarrollo económico, la innovación, las posibilidades de conocer nuevas ideas, nuevas iniciativas y nuevas ejecutorias deben ser dadas a nuevos dirigentes, no necesariamente jóvenes, pero sí necesariamente otros que no lo hayan hecho y que no merecen ser bloqueados por quienes ya lo hicieron.
No se hace mucho con bloquear la reelección si no se limita también el retorno. Así se evita que la fábrica de expresidentes se convierta en una fábrica de expresidentes candidatos a volver a ser presidentes para volver a ser expresidentes y seguir en el mismo círculo hasta la muerte.