¿Qué dominicano no utiliza un pilón para machacar el ajo y otros sazones para cocinar? Los pilones son una herencia de las indumentarias que dejaron los taínos a la gastronomía criolla y la entrada a la provincia Azua está adornada con ellos.
Las casetas están agrupadas en Boquerón, a orillas de la carretera Francisco del Rosario Sánchez, que lleva desde la capital a los pueblos del sur del país (o al revés). Justo después del nuevo puesto de chequeo militar inaugurado en agosto de este año. Aunque con el paso de los años se ha ido extendiendo la cantidad de negocios colocados en la vía.
Los pilones se han convertido en un punto de referencia para los viajeros y una parada obligada que aprovechan los vendedores para ofrecer su mercancía. La actividad representa el sustento de unas diez familias que viven en la empobrecida provincia.
Además de los tradicionales pilones que se utilizan para dar el incomparable sabor criollo, los vendedores también tienen barricas, cofres, calderos, platos, cucharas, cucharones, tenedores, cuchillos y machetes, que compran en las fábricas ubicadas en Las Carreras.
Los colores de la madera son resaltados con una o varias capas de barniz, que hacen que resalte el brillo de las artesanías.
Las artesanías son elaboradas con madera, principalmente del guayacán, un árbol noble que crece en la zona, y ofertadas desde RD$50 hasta RD$5,000, dependiendo de varios factores: el tamaño del producto, el precio al que se le compró a la fábrica y la capacidad de negociación del comprador.
Los objetos más costosos son los pilones más grandes, cuyo valor asciende a RD$5,000, y una barrica puede costar hasta RD$2,500.
Los vendedores le ofrecen a los turistas extranjeros la mercancía por un valor más alto que a los dominicanos, porque asumen que tienen un mayor poder adquisitivo.
Olga Estela Tejeda, tiene 30 años vendiendo pilones en Azua, y asegura que fue de las primeras que empezó en ese lugar y la que más tiempo tiene, puesto que los que iniciaron con ella ya murieron o se mudaron para Santo Domingo.
Con esas artesanías, Olga obtuvo el sustento de sus siete hijos, porque el padre de ellos murió. “Yo los hice hombres y mujeres, y con esto ahora estoy manteniendo a los nietos y biznietos”, explica.
Muchos de los vendedores, como es el caso de Olga, tienen sus casas detrás de los negocios. Algunos van todos los días por la mañana y otros amanecen ahí.
“Estamos aquí hasta las 11:00 de la noche y ya a las 6:00 de la mañana estamos en pie”, asegura.
Explica que muchos clientes le hacen encargos, por lo que ellos compran la madera y la envían a la fábrica, pero que otros prefieren comprarle directamente a la fábrica.
Ventas
De acuerdo con Olga, diciembre y Semana Santa son las mejores épocas de venta. Aunque afirma que en los últimos años tampoco se está vendiendo mucho en esas temporadas.
“Después que pasan esos días (feriados) uno se pasa picando sus chelitos y uno junta hasta RD$10,000 y RD$12,000 en el mes”, resalta.
Sin embargo, durante los demás meses del año los vendedores reúnen entre RD$5,000 y RD$7,000 mensuales.
Además, los agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) no permiten que los conductores se detengan a comprar y les piden que continúen para evitar embotellamientos.
“Hace alrededor de dos años que el negocio bajó, debido a la escasez de dinero, el dinero no está circulando. Cuando el dinero no circula, usted no puede venir a comprarme un pilón, porque no va a coger lo de usted comer para comprarme un pilón, tendrá que seguir majando el ´recao´ (sazón) en el viejo que tiene”, explica Olga un poco desanimada.