Seguir a una economía líder no es malo, lo difícil es reformarse para parecerse a esta y lograr los mismos resultados. Que República Dominicana esté coqueteando de cerca con la economía china tiene sus encantos, lo espinoso es transitar un camino de desarrollo parecido al que los chinos han recorrido, sin modificar el modus vivendi y el modus operandi que por años hemos acuñado los dominicanos. Y es que somos tan entusiastas cuando establecemos relaciones comerciales, que creemos que con la firma de acuerdos ya es suficiente para aumentar la productividad, atraer inversión extranjera china y exportar, y todo al mismo tiempo.
Las cosas son más complejas en el campo económico-empresarial de lo que se puede ver en un corto viaje. Por ejemplo, el gigante asiático realizó reformas espectaculares desde mediados de los setenta, y eso es lo que le ha permitido colocarse como la primera economía mundial. Con medidas en algunos casos extremas, pasó de ser una economía planificada a convertirse en una economía de mercado, y apostó a la eficiencia y a la productividad de su industria para colocarse como la fábrica del mundo.
Así también, el impulso a la agricultura, la entrada en operación de empresas privadas, la apertura a la inversión extranjera y la liberalización de precios, llevaron a la economía china a un crecimiento sin precedentes de un 9.5% promedio anual en casi cinco lustros. Eso incluyó, además, reformas institucionales que iniciaron con un amplio plan de privatización y culminaron con la mejora significativa en el bienestar de vida de la población.
En el caso dominicano, son pocas las reformas económicas estructurales que se han realizado durante los últimos años que señalen un camino parecido al de la República Popular China. Y no es cierto que sin reformar se puedan lograr avances importantes en materia de economía. Por ejemplo, nuestro sistema tributario es obsoleto, complejo y una retranca para la expansión de las pequeñas y medianas empresas, y es poco probable que así se pueda fomentar el crecimiento de las exportaciones hacia China.
De igual manera, tenemos un modelo económico atomizado, e impulsamos sectores económicos que no agregan valor a la economía ni generan empleos al país. En lo que sí nos hemos hecho expertos es en reformar la Constitución de la República, nuestra pobre Carta Magna; pero no creemos que sea a través de ella que vamos a lograr exportar más a China o mejorar el bienestar económico de nuestros ciudadanos.