El balance al 2018 en términos económicos arroja luces y sombras para República Dominicana. Por el lado de las luces, es obvio que la estabilidad macroeconómica continúa siendo la punta de lanza de la economía dominicana, al igual que el crecimiento del producto interno bruto el cual, según los pronósticos, alcanzará a finales de año una expansión cercana al 6.5% con relación al 2017.
De manera similar, el control de la inflación se destaca como uno de los puntos luminosos del año 2018, así como del tipo de cambio y la tasa de interés, todo esto en el marco de un manejo prudente y oportuno de la política monetaria y de una relativa articulación con la política fiscal del gobierno central.
En el caso de la inflación, cuando finalice el 2018, esta se colocará cercana al 4%, lo que coincidirá con lo establecido como meta en el programa monetario del Banco Central, medida en términos interanuales. De su lado, y a menos que ocurra un deslizamiento a finales de año, la tasa de cambio estará por debajo del pronóstico realizado en el presupuesto nacional, ya que al 10 de diciembre la tasa de cambio rondaba los 50.12 pesos por un dólar, según los datos oficiales.
En ese mismo sentido, la tasa de interés se ha mantenido relativamente estable durante todo el 2018, y la proyección es que finalice con esa misma tendencia. Según las informaciones del Banco Central, al mes de noviembre del 2018 la tasa de interés activa de los bancos múltiples del sistema financiero dominicano era de un 12.54%, mientras que la pasiva se colocaba en un 5.87%. En esa misma línea, se destaca el elevado nivel de reservas internacionales de divisas que se ha alcanzado durante casi todo el año, lo que, unido a las remesas de dominicanos en el exterior, los ingresos por turismo y la inversión extranjera directa, plantea un escenario envidiable para la economía en cuanto a disponibilidad de la moneda extranjera.
Del lado de las sombras que se pueden identificar del comportamiento de la economía dominicana durante el 2018, casi a unanimidad se puede decir que la deuda externa es el gran lastre que se arrastra. En efecto, durante lo que va de año, el endeudamiento público continuó su carrera expansionista, colocándose en un volumen histórico de alrededor de un 54% del PIB, con efectos nocivos sobre el porcentaje de los ingresos tributarios que se dedicará al pago de los intereses y el capital.
Lo propio se pronostica con el déficit fiscal del gobierno central, el cual terminará por encima del 2.2% del PIB, que era la proyección en el presupuesto del Estado. Augurios no muy alentadores se reflejan, por igual, en las variables desempleo, salarios y desigualdad, las que pasan a ser tareas pendientes para el 2019.