En el caso de la industria láctea dominicana se requiere urgentemente de un enfoque sistémico que combine políticas de fomento productivo con otras de innovación y de aseguramiento de la calidad.
Estas decisiones de política han de considerar los requerimientos y estándares internacionales de calidad e inocuidad, ser participativas e inclusivas y, finalmente, reflejar objetivamente los problemas más apremiantes del sector.
Estudios como el del impacto de la Infraestructura de la Calidad (IC) en la cadena láctea uruguaya, realizado por Claudia Santo y Elizabeth Ferreira (LATU, Uruguay), revela la importancia perentoria de lograr una coordinación óptima de esfuerzos, políticas y acciones entre el gobierno y el sector privado, a fin de alcanzar resultados e impactos beneficiosos para el sector lácteo de cualquier país. En Uruguay todo se inició con la formulación de la política de calidad para el sector, es decir, con el establecimiento formal mediante consenso de una serie de lineamientos que buscan orientar, organizar e implementar acciones para alcanzar el estado deseado del sector.
En otras palabras, la definición y aplicación temprana de estrategias para alcanzar los objetivos que fueron considerados por todos los actores como de alta prioridad para el desarrollo de la industria. Se combinaron así dos hechos fundamentales: El primero, la creación a partir de 1997 (¡nuestro Sidocal se funda en 2012!) del Sistema Nacional de Calidad de la Leche.
El segundo, las políticas a nivel nacional e industrial, las cuales comienzan a aplicarse a partir de 2002 incorporando el novedoso sistema de pago por calidad que, como hemos señalado en entregas pasadas, se funda en los criterios del recuento bacteriano y de células somáticas, además de la medición de los contenidos de grasa y proteína. Estas dos intervenciones decidieron los impactos deseados, tanto al nivel primario (producción de leche cruda) como al nivel industrial (procesamiento de la leche cruda).
La fijación de estos impactos conserva hoy su frescura para República Dominicana, sencillamente porque son característicos de todo buen inicio. Entre ellos (¿qué intentamos lograr? ¿por qué estamos trabajando en este problema? ¿cuál es nuestra meta general?) podemos señalar el aseguramiento continuo de la calidad del producto; el incremento de la productividad; el aumento de la oferta de leche de calidad a las plantas industriales; la mejora de los precios en el mediano y largo plazo en función de la calidad y, por tanto, también de los ingresos de los productores; la diversificación del portafolio de productos lácteos; el crecimiento sostenido del volumen físico y el valor las exportaciones; la diversificación de mercados y el perfeccionamiento del sistema de mediciones (la metrología de la leche y sus derivados).
De este aleccionador experimento se desprenden, conforme al estudio señalado, varias lecciones que nuestros actores lácteos deberían tomar muy en serio, vistos los desacuerdos y las contradicciones entre ellos.
La primera es que el éxito fue una función de una verdadera alianza público-privada, orientada al cumplimiento de las exigencias estandarizadas (cumplimiento de normas y adopción de buenas prácticas) de los mercados destino. Esta coordinación, esta sintonía entre actores, terminó incrementado las exportaciones y forzando la diversificación de la oferta de lácteos.
La segunda, que es en lo que venimos insistiendo desde 2007, fue el logro del reconocimiento internacional del sistema de calidad, de sus certificaciones, acreditaciones y mediciones trazables al sistema internacional.
En el caso uruguayo fue determinante la firma de los llamados Acuerdos de Reconocimiento Mutuo (MRA/MLA), los cuales consisten en el reconocimiento de la competencia de terceros para llevar a cabo procesos de homologación o reglamentación nacionales, tales como la realización de pruebas, ensayos certificados de conformidad. Estos acuerdos, por tanto, propician el incremento de las exportaciones y amplían el abanico de compradores.
Por último, solo para citar algunas de las lecciones aprendidas, al Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) se le asignó -desde el principio- una serie de tareas cruciales relativas al aseguramiento de la calidad.
Este magnífico laboratorio, que ofrece una amplia gama de servicios analíticos con ensayos acreditados, certifica productos y funge como Instituto Metrológico Nacional (IMN), fue el pilar principal del econocimiento internacional de la calidad de los productos lácteos uruguayos. Para ello contó desde su fundación con el apoyo del Estado que apuntaló sus servicios técnicos y su reconocimiento regional e internacional.