Hace unos días participé como invitado en un “live” de Instagram de la Universidad Católica Santo Domingo para hablar sobre responsabilidad social corporativa. Durante mi intervención surgió una de las preguntas más frecuentes relacionadas con el tema ¿cómo puede una empresa determinar su filosofía y programas de contribución a la sociedad?
Las causas que se pueden apoyar son muchas y con múltiples enfoques. Por ejemplo, una de las áreas más populares es la educación, lo que puede resultar obvio por la importancia vital que ésta tiene en el desarrollo de las personas y los países. Ahora bien, habría que decidir si como organización invertiríamos en educación para niños o educación universitaria; educación técnica o profesional, entre otras segmentaciones.
Así que aunque parece sencillo, es un asunto que no debería de tomarse a la ligera. Lo correcto es que detrás de la selección que se haga, haya un racional, un pensamiento estratégico que brinde una base sólida y haga sentido con la naturaleza y objetivos de la empresa.
Algo en lo que me gusta enfatizar es que el primer lugar en donde deben evidenciarse nuestras prácticas responsables es dentro de la propia empresa, con sus empleados, con sus contratistas. Por más donaciones que se hagan, sería un error catalogar como responsable a una entidad que incumpla la ley o no fomente el progreso de su gente, por ejemplo.
Pero para hacer corto el cuento largo, la piedra angular de un buen programa de responsabilidad social corporativa es el valor compartido. Esto no es más que un modelo de gestión en donde se provee solución a problemas sociales que se cruzan con la empresa. En términos más sencillos es un ganar- ganar, una forma de accionar que permite que una contribución para un tercero sea, de alguna manera, una ganancia para la empresa misma.
Aunque algunos moralistas radicales puedan interpretar esto de manera negativa, la verdad es que no hay mejor forma de evitar la filantropía hueca y de asegurar la sostenibilidad de esa inversión social, porque es capaz de resistir mejor los recortes presupuestarios, ya que al dejarse de hacer, se dejará también de percibir el beneficio al que está atada.
Invertir para tener mejores productos, empleados más preparados y motivados, comunidades más autosuficientes, mayor preservación del medio ambiente, es construir para obtener un retorno positivo. A partir de ahí se puede generar un circulo virtuoso que se traduzca en crecimiento para todos. Como dijo William Clay Ford Jr, presidente de Ford Motor Company: «Crear un negocio fuerte y construir un mundo mejor no son metas contradictorias: ambas son ingredientes indispensables para el éxito a largo plazo».