[dropcap]C[/dropcap]uando se revisa la historia económica dominicana se puede observar que el factor trabajo no ha constituido nunca un elemento importante al momento de repartir los beneficios de los resultados de la producción, aunque sí se le percibe como una variable de costo a la cual siempre hay que controlar para no afectar los beneficios de las empresas.
Por ello, para que al trabajador se le pague un salario digno, decente y en correspondencia con el incremento de su productividad, ha tenido que acudir casi siempre a mecanismos de presión que, hay que decirlo, eran más efectivos cuando existía mayor libertad sindical y cuando determinados sindicatos tenían la calidad moral necesaria para dirigir un proceso de lucha.
Habría que preguntarse por qué da tanta brega que los empresarios incrementen los salarios de los trabajadores o por qué el Gobierno no asume una actitud más proactiva y propositiva con relación a este tema.
¿Por qué no se crea un mecanismo permanente para que los salarios se incrementen anualmente de manera automática, tomando en consideración los aumentos de productividad, el costo de la canasta básica y el tamaño de las empresas?
Una primera aproximación a la respuesta en torno a la dejadez de los empresarios por aumentar el salario, está relacionada con las características del mercado laboral dominicano donde existe una oferta laboral en crecimiento frente a una demanda de trabajo rígida.
Es decir, mucha gente buscando trabajo y poco empleo disponible. Eso da ventajas a las empresas, pues el ejército de reserva laboral posibilita que si alguien no acepta el salario que se le ofrece aparecerá otro que lo haga.
En el caso del Gobierno, la historia también reporta que este ha sido indolente frente a los trabajadores. Obviamente, aquí no hablamos de los funcionarios medios y de alto nivel, sino del policía, de las enfermeras, de los que trabajan en los ayuntamientos.
La razón de esto es que los gobiernos, aunque lo hayan hecho, no se ven como empleadores, por lo que el salario no es una variable de costo que les interese, sino un favor que se hace a los compañeritos del partido.
Queda, entonces, la necesidad de sustituir al Comité de Salarios por un mecanismo que posibilite que cuando aumenten los precios de los productos de la canasta familiar, y se verifique que se ha elevado la productividad, los ajustes al salario sean automáticos, y así nos evitamos el circo que se crea cada cierto tiempo en torno a este tema.