[dropcap]L[/dropcap]a gerencia ocurre y existe en conversaciones. La finalidad de ésta es alcanzar acuerdos y coordinar acción. En las competencias conversacionales de quienes dirigen la empresa, está la llave que permite abrir las puertas hacia nuevos escenarios de crecimiento, redefinir horizontes distintos y repensar la forma de cómo hacer trabajo.
Un ejecutivo es tan bueno como su habilidad para sostener y abrir conversaciones que típicamente podrían considerarse difíciles o que simplemente se preferirían evadir.
Tradicionalmente, en el nivel directivo se ha privilegiado el cúmulo de conocimientos respecto al área de desempeño y muchas veces el tiempo que se ha estado relacionado con un tema.
La realidad es que la única manera de crear y, sobretodo, incluir la participación del equipo que se dirige o a la organización, consiste en poseer un alto grado de escucha para crear el espacio para que otros aprendan, habilidad de preguntar e indagar y conocer estructuras del lenguaje que permitan remover la alfombra sobre la cual se ha edificado un pensamiento muchas veces tóxico (en lo personal y cultural), de tal forma que pueda darse un nuevo significado a un evento, remozarlo y remarcarlo para que al fin sea útil, más que bueno o malo.
Para ilustrar lo planteado pueden considerarse dos frases muy conocidas cuando se trata de abordar requerimientos de mejoras en las empresas: “Aquí hay problemas de comunicación” y “es necesario manejar conflictos”.
En ambos casos, es simplemente una forma en que se refleja el poco entendimiento y manejo de técnicas que les faciliten entender, primero, que la actividad central de quien dirige es conversar y, segundo, desprenderse de la concepción clásica que alude que la empresa consiste en una estructura, organigrama y puestos de trabajo.
La organización que genera riqueza y logros se vive como una red de conversaciones donde alguien se hace cargo de una promesa a partir de lo que otra persona ha pedido.
Sostenemos que la carencia primaria de las organizaciones (crecientes y establecidas), es su baja habilidad para conversar y, a través de ella, replantear acciones y especificar quiénes se hacen cargo de las mismas, hecho que naturalmente va más allá de cómo se concibe la organización tradicional.
La fórmula de crecer está en incrementar los acuerdos y el cumplimiento de los mismos.