Alejandro E. Grullón E. se despidió de la vida física el pasado 15 de este mes. Toda la sociedad se inclinó reverente ante la noticia. Y no era para menos. La historia económica de República Dominicana de los últimos 50 años tiene diversos capítulos escritos con sus aportes. Fue un emprendedor que marcó el inicio y desarrollo de algunos de los proyectos empresariales e institucionales de mayor transcendencia del país.
Fue justamente su espíritu de emprendimiento el que lo llevó, junto a un selecto grupo de empresarios, a crear el Banco Popular Dominicana, una entidad financiera que ha sido fundamental en la materialización de miles de proyectos empresariales que hoy son fundamentales en la economía.
Dedicó su vida a aportar, a dar lo mejor de sí para que el sector privado tenga hoy y siempre un canal idóneo y competitivo para financiar sus actividades productivas. Y lo logró, superando con creces cualquier nivel de expectativa creada en la génesis de la que hoy es la principal institución financiera privada del país.
Se inscribió en la carrera de medicina, pero terminó estudiando Administración de Empresas y Ciencias Forestales, su otra pasión que siempre lo mantuvo identificado con la protección del medio ambiente y los recursos naturales. Y cuando se afirma que fue un emprendedor es porque realmente así fue. Además del Banco Popular, impulsó la creación de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, el Instituto Superior de Agricultura (ISA) y el Centro de Investigación y Mejoramiento de la Producción Animal (Cimpa), entre otras instituciones de aportes al país, como lo es la Fundación Sur Futuro.
Por su visión de largo plazo, pero sobre con la firma convicción de lo que realmente aporta valor al país, fue un promotor de la creación de múltiples instituciones financieras que, más tarde, con la promulgación de la Ley Monetaria y Financiera de 2002, volvieron a ser una sola bajo la sombrilla corporativa del Grupo Popular.
Jugó un papel protagónico en la formación de la fundación de la Asociación de Bancos Comerciales (ABA), la Fundación Dominicana de Desarrollo (FDD), la Fundación Institucionalidad y Justicia (Finjus) y de preservación y proyección cultural como el Museo de La Altagracia. Su legado es imborrable.
Por sus meritorias contribuciones a la sociedad fue reconocido con el grado de Comendador por la “Orden de Duarte, Sánchez y Mella”, con el grado Gran Cruz Placa de Plata por la “Orden Heráldica de Cristóbal Colón”, ambas emanadas de la Presidencia de la República.
Adicionalmente, recibió la “Orden de San Gregorio Magno”, en el grado de Caballero de Gran Cruz, otorgada por Su Santidad Juan Pablo II; un Doctorado Honoris Causa en Humanidades, por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en 1997; y un Doctorado Honoris Causa en Ciencias de la Administración, por la Universidad Central del Este, en 2008.
El mejor homenaje a su memoria, con toda seguridad, es seguir su ejemplo de entrega a las mejores causas de la sociedad dominicana a través de las diversas instituciones en las que participó como fundador y propulsor. Paz a su alma, reconocimiento eterno a su vida.