[dropcap]E[/dropcap]l senador por la provincia Monte Plata, Charles Mariotti, envió una carta de protesta al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a quien le reclama por la actitud asumida en el impasse diplomático entre República Dominicana y Haití.
A continuación el texto íntegro de la comunicación.
Santo Domingo, D.N.
22 julio, 2015.Doctor Luis Almagro,
Secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Washington, Distrito de Columbia, Estados Unidos de América.Distinguido Sr. Secretario General:
Como legislador y representante de la Provincia de Monte Plata ante el Senado de la República Dominicana, he decido dejar formal constancia del profundo malestar y sabor amargo que ha dejado en todos nosotros su desafortunada comparecencia ante el noticiario global CNN.
Tristemente, ésta no se contará dentro de los grandes epistolarios que a lo largo de la historia han dejado mensaje de esperanzas, tales como las famosas 13 epístolas a los pueblos cristianos.
Tampoco se encontrará el ánimo y el coraje con el cual Simón Bolívar, el gran libertador, animaba a los patriotas independentistas a luchar por una América libre y soberana.
Esta es una carta amarga para usted, señor Almagro.
Amargura, decepción, preocupación e indignación, son los sentimientos que han dejado sus ligeras declaraciones en todo un pueblo que gustosamente abrió sus puertas para que, de manera transparente, una comisión del organismo que usted dirige, pudiera ver con sus propios ojos, el desenvolvimiento del Plan de Regularización Migratoria de la República Dominicana. Sus declaraciones, destempladas y fuera de lugar, emitidas para el mundo en la cadena de noticias estadounidense CNN, son inaceptables para las dominicanas y dominicanos.
Con cuanto desparpajo usted asigna a la República Dominicana una cuota de responsabilidad que por décadas ha correspondido a la clase política haitiana e incluso, a muchos organismos multilaterales y supranacionales, que han permanecido mudos ante la dantesca realidad de Haití, que no es fruto ni del devastador terremoto, ni de la vecindad dominicana.
Me sonrojo de vergüenza cuando un doctor en ciencias políticas y, a la vez, ex Canciller de un país como Uruguay, tierra de hombres como Artigas, Benedetti, Galeano y Mujica, expresa lo que cito: “En una isla no hay dos países, hay un solo país, aunque sea una isla grande como Australia”.
Que amargo sabor, señor Almagro, nos deja su falta de equidistancia objetiva, su desconocimiento de nuestra historia, nuestra geografía y nuestra realidad. Si así yerra un Secretario General de la Organización de Estados Americanos, qué pedir a los a los demás?
Eso nunca debió decirlo!
Afortunadamente, hay verdades que lo sacan a usted y a cualquier otro que en base a ese determinismo pretenda reducir nuestra identidad nacional a la de isleño. Ahí están los casos de Irlanda y Gran Bretaña, Papúa Nueva Guinea y Nueva Guinea Occidental. También está el caso de la isla de Timor, al sur del archipiélago Malayo, compartida entre Timor Oriental y Timor Occidental, lo mismo que la República de Chipre, la cual comparte su territorio con la República Turca del Norte.
Pero su mal juicio en geografía, no es tan grave como prejuicio en un tema sobre el cual fue invitado a servir como observador imparcial. Desde antes de recibir el informe de sus emisarios, ya sugiere la carga para República Dominicana y cito nuevamente: “tenemos que lograr una solución definitiva problema y la solución definitiva implica que ambas partes acuerden variables fundamentales para enfrentar al situación”.
Como país con ciudadanos migrantes, jamás se nos ha ocurrido trazarle pautas a los Estados Unidos o a los países de Europa, que reciben nacionales dominicanos, sobre cómo ejercen sus derechos a deportar indocumentados, o cómo establecen sus reglas para residentes o ciudadanos.
La República dominicana no tiene que negociar con Haití su política migratoria ni la aplicación de sus leyes. Haití tendrá que aprender a satisfacer las demandas de sus ciudadanos, comenzando por dotarles de vida legal, registrando sus nacimientos.
La República Dominicana tampoco tiene que hacerle concesiones a una comunidad internacional que ha sido incapaz de, contando con recursos y ocupando territorialmente a Haití por más de 15 años, ordenar 27,750 kilómetros cuadrados, y lograr convertirlo en un Estado mínimamente viable, y ahora pretende encubrirlo acusando al plan que legítimamente ha emprendido la República Dominicana, de ser el causante de una “crisis humanitaria”.
A pesar de mi amargura, señor Almagro, es mi deber como dominicano y como legislador, apelar al espíritu por el cual fue creada hace 66 años la Organización Panamericanista que hoy encabeza, para que reflexione y no contribuya con su ejercicio institucional a empañar un proceso legal y legítimo. Creo firmemente que el rol asumido por usted no colabora en nada con el necesario y obligado proceso de readecuación, rescate de credibilidad y renovación al que debe abocarse el organismo que hoy dirige. La Organización de Estados Americanos (OEA), es una entidad necesaria como interlocutor, mediador, aglutinador y, sobre todo, como promotor de la justicia y el equilibrio, elementos claves para lograr el progreso y desarrollo de los Estados que lo componen.
No soy más patriota ni más dominicano que nadie, solo soy un hombre que conoce un poco de historia y geografía, nacido en una provincia cercana a la frontera. Crecí entre haitianos, jugué con niños y niñas de origen haitianos, y siempre sentí hacia ellos y ellas cariño y afecto cierto. Para entonces mi edad no me permitía calibrar su desventura y desgracia, y mucho menos entender las causas.
Hoy entiendo que también nosotros tenemos una cuota de culpa, pues hemos vivido un poco de espaldas a Haití, nuestro segundo socio comercial. Sin embargo, lo que hoy hacemos, sin dudas tiene años de retraso, pero era y es un proceso obligado e inevitable, y ha llegado el momento.
Conviértase, señor Almagro, en un vocero justo y demande con ganas que las élites políticas y económicas de Haití asuman su papel de constructores y dejen de lado su afán difamador y, sobre todo, convierta en un grito panamericano la demanda para que las ricas naciones cumplan fielmente con el compromiso asumido con Haití desde los días aciagos de los años noventa.
Que la precariedad haitiana no le haga soslayar las muchas dificultades a las que se enfrenta también la República Dominicana, las cuales, sin embargo, no nos han impedido actuar apegados a la solidaridad con nuestros vecinos.
Cierro esta carta amarga, expresándole que creo que es imposible no hacer de una frontera un espacio de actuación compartida, de intercambio económico y cultural, pero sé también que cuando en esa frontera no existe un idioma y una religión común, los esfuerzos por convivir en el respeto a las leyes, el territorio y la diversidad siempre demandarán esfuerzos serios y sinceros de amigos y aliados, no de atizadores con voluntad precipitada y animosa.
Amargamente suyo,
Charles Mariotti, Jr.
Senador Monte Plata
La Provincia Monte Plata y
Segundo Pueblo del Milenio.