En estos tiempos de pandemia que estamos viviendo, nos encontramos en una época a la que podemos llamarle el “tiempo del dinero barato”, por el simple hecho de las bajas tasas de interés que hay a nivel global y las grandes cantidades de dólares que fluyen por todas partes.
Situación que, por un lado, tiene a los gobiernos haciendo emisiones de bonos soberanos, endeudándose para poder tener solvencia ante el gigantesco gasto fiscal a causa del covid-19, mientras, por otro lado, las grandes empresas, específicamente cuya naturaleza son las finanzas puras, se han visto lucradas con la racha de dinero fácil que ha estado ocurriendo.
Los financistas hablamos coloquialmente de “emisiones de deudas”, al momento en que sales a los mercados a buscar financiamiento y, por lo general, los grandes inversionistas lo que proceden es a comprar esta deuda.
La diferencia de grandes potencias o países ricos, con respecto a Latinoamérica y el Caribe (LAC), es que este tipo de deudas han tomado un gran atractivo para los grandes fondos de inversión ya que ofrecen intereses más altos en relación con el resto del mundo.
Dichos intereses son la principal razón del porque el constante flujo de capital privado se focaliza hacia esta región en medio de la crisis actual, y por supuesto, la mayor parte de este flujo proviene de inversionistas en Wall Street. Ahora mismo es más rentable comprar deuda en LAC que en los Estados Unidos (contemplando bonos del Tesoro), aunque el riesgo sea mayor.
Pero realmente, lo que vive la región en estos momentos, es a lo que llamo una especie de “fiebre global de emisión de deuda”. Tal fiebre tiene dos causales principales; Una tiene que ver con los paquetes fiscales de estimulo que han estado implementando la gran mayoría de los países para contrarrestar el impacto económico de la pandemia; Y la otra razón es debida a las tasas de interés como antes mencione, motivado a que, en muchos lugares del mundo, han tocado sus niveles mas bajos en la historia.
Por ejemplo, en 2020 América Latina emitió bonos de deuda gubernamental y corporativa por un valor cercano a los US$157.000 millones en mercados internacionales, sin tomar en cuenta las deudas emitidas por Argentina y Ecuador, quienes tienen escaso acceso a los mercados de deuda internacional.
Sin duda alguna estamos en un mucho mejor ambiente económico que hace seis o nueve meses atrás, pero, hay que tomar en cuenta el comportamiento de los mercados en los últimos meses a la hora de hacer inversiones de este tipo.
Muchos analistas del mercado postulan una teoría de una nueva rabieta, donde se señala que, si la inflación aumenta demasiado rápido –que puede pasar por el comportamiento del mercado reciente–, se tendría que dar marcha atrás a este “mejor ambiente económico”, e incrementar las tasas de interés.
De tal modo, que el rendimiento de los bonos estadounidenses subiría, y los de América Latina se volverían menos atractivos para los inversionistas. Entonces, el riesgo, es que se produzca una nueva fuga de capital de la región, que es básicamente, menos facilidad para conseguir financiamiento externo.
Por otro lado, tampoco podemos olvidar, que mas allá del entorno externo, también puede haber factores domésticos que impulsen una fuga de capitales en un país especifico, como la inestabilidad política y la incertidumbre (rueda de problemas que arrastran todos los países de la región).
Finalmente, la mejor manera de anticiparse a una eventual fuga de capitales es gastar menos, eficientizar el gasto público, y dentro de lo posible, ahorrar, aunque se reconoce que, hasta no alcanzar el afincamiento de la economía, esta no es una tarea fácil que digamos.