[dropcap]E[/dropcap]s probable que ninguna otra carrera enfrente tantos mitos y tenga tantos expertos opinando de manera constante y haciendo referencia a un sinnúmero de cosas con poco sentido, cuando nos enfocamos en interpretar o entender al ser humano científicamente en sus actitudes y particularidades.
Hoy hablaremos de una de ellas, de la cantidad de texto que contenga una pieza de comunicación comercial. Regularmente escuchamos a un cliente decir esto. Y mucho peor es cuando escuchamos a un publicista decirlo, analicemos: cuando un ser humano muestra interés en algo, pues es sencillo; le entrega atención, le dedica tiempo, lo analiza, lo piensa, y más tarde toma su decisión al respecto. Esto no es un descubrimiento, es la forma en que usted, que lee esta columna, actúa.
El ser humano atraído por una información que toca sus necesidades, o que se comunica con su esencia, no piensa en llevarse el conocimiento de manera rápida, tampoco significa que no sea más cómodo sintetizar un poco lo que se quiere comunicar, siempre es mejor, pero cuando es necesario describir, pues hay que hacerlo, y el ser humano si está interesado participa.
Ciertamente hay algunas piezas de comunicación que contienen poco texto para tratar que el consumidor se lleve lo que nos interesa con apenas leerlo, pero a esto precisamente es que nos referimos. Al igual que uno se viste de manera apropiada para asistir a distintos lugares, así mismo debemos entender el código de la comunicación.
La gente sí lee, y lee mucho, lee todo lo que le interesa, igual no lee nada de lo que no le interesa, aún tenga poco texto, o casi nada. La aventura que nutre al cerebro de conocimiento al momento de leer un libro, o un artículo de media página, es la misma que se presenta en la siquis de un individuo afectado por un anuncio comercial. Este se nutre en pos de conseguir una nueva información, que al mismo tiempo que lo entretiene en medio del ejercicio de leer, le trae quizás una nueva oportunidad, o simplemente un nuevo punto de vista.
Es un espacio emocional que los sentidos humanos interpretan de la misma forma siempre, no es cierto que el individuo establezca diferencia entre: leer poco si es publicidad, y leer mucho si es otra cosa. El ser humano o se interesa o no por algo, y repito si está interesado le entregará su atención y tiempo.
Resumir siempre es bueno, pero se resume de acuerdo a la cantidad de caracteres que se requiera comunicar, para que el mensaje a lo largo y lo ancho, se pueda entender y cumpla su cometido en el entorno de necesidades y emociones del individuo.
Sin embargo, este es uno de los mitos más comunes a los que nos enfrentamos los profesionales de la publicidad, y que definitivamente debemos tratar de hacer cambiar de pensar, sobre una explicación profunda de la realidad del ser humano.