Llevas meses queriendo captar ese cliente tan importante para tu negocio. Cuando por fin acepta tu propuesta, te pide que le emitas una factura con valor fiscal y que le envíes todos los documentos del registro de tu empresa para identificarte como su suplidor. En ese momento, te falta la respiración y te pones de todos los colores… ¡vas a perder tu cliente soñado por vivir en la informalidad!
Situaciones así suceden con mucha frecuencia y es que los emprendedores tienen miedo de crear una compañía basadas en excusas como “es muy costoso”, “no tengo socios”, “mi capital es muy bajo” y “el proceso es complicado”. Estas creencias no son más que el resultado de la ausencia de una orientación legal.
Seguro has pensado: “pero mi negocio ha funcionado bien así, ¿por qué constituir una empresa ahora?”. Cuando pones tu emprendimiento en orden y lo formalizas, tienes mayor credibilidad y proyectas una imagen profesional que te permitirá atraer inversionistas y acceder a grandes clientes.
Además, te abre las puertas a facilidades financieras y tributarias pues muchas de ellas están reservadas solo para empresas. Y otro aspecto muy importante es que separas tu patrimonio personal del patrimonio de la empresa, pues las personas físicas comprometen todo su patrimonio con las operaciones de su negocio.
Esto quiere decir que ante cualquier inconveniente que tengas en tu negocio, tendrás que responder con tus activos personales (casa familiar, vehículo, ahorros). Si te formalizas y constituyes una empresa, solo serás responsable hasta el monto que has aportado en dicha empresa.
Cuando vas a formalizarte, lo primero es decidir qué tipo de compañía quieres crear. Lo bueno es que para cada idea de negocio hay un tipo de compañía en la ley de sociedades. Si quieres ser el único dueño en tu empresa, puedes optar por una Empresa Individual de Responsabilidad Limitada (E.I.R.L.); si tienes socios y un capital bajo una Sociedad de Responsabilidad Limitada (S.R.L.) es la tuya; pero si tu emprendimiento es más estructurado y con una inversión importante, entonces formalízate bajo una Sociedad Anónima Simplificada (S.A.S). La clave está en buscar asesoría legal que te ayude a definir la que mejor se adapte a tu negocio.
Otros procesos que debes de tomar en cuenta al momento de formalizarte es el registro de tu nombre comercial en la Oficina Nacional de la Propiedad industrial (Onapi) y también el proceso en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) para que te asignen un número de Registro Nacional de Contribuyentes (RNC). Pero no te abrumes pensando en cómo hacer todo esto, busca un abogado que te oriente en el proceso, que redacte todos los documentos tomando en cuenta tu modelo de negocio y las metas que tienes y te entregue tu compañía lista para operar.
¡Toma la decisión ya! Vivir en la informalidad es limitar el crecimiento de tu negocio, que sabes que puede llegar lejos.