Cuando se habla de impuestos, pocas veces se trata un punto fundamental: la incidencia real de los tributos. Se habla de pagar impuestos. Y por pagar, el tema se limita a quién realiza el pago del impuesto al gobierno: el contribuyente o sujeto pasivo. Sin embargo, en el debate local existen escasas referencias de quiénes son las personas a las cuáles les impactan los impuestos; es decir, sobre quiénes inciden estos.
En realidad, los impuestos impactan los ingresos de todos los ciudadanos; no solo de quienes efectúan el acto, la acción, de pagarlos. En tal sentido, la pregunta relevante para el análisis de las subidas o creaciones de nuevos tributos debería ser: “¿Quiénes sufren las reducciones de riqueza que generan los impuestos?”.
Un impuesto sobre la renta, por ejemplo, crea dos opciones fundamentales en las empresas: i) aumentar los precios de los bienes producidos o, ii) impactar la compensación a los trabajadores. Ambas medidas tratan de mantener la rentabilidad que ha sido erosionada por el impuesto.
Es preciso tener en cuenta es que para el capital es más fácil tratar de moverse a otra actividad en busca de mantener su rendimiento. Es decir, los dueños del capital tratan de buscar un retorno mayor en otro país o jurisdicción; o en una actividad que no esté gravada, por eso no es de sorprender la cantidad de exenciones o exoneraciones impositivas que surgen en sistemas complejos y de altas impositivas. En cambio, los trabajadores no pueden moverse de igual forma; por tanto, son los más perjudicados en términos relativos.
Con la opción primera, la del aumento de precios, el consumidor pagará una parte del impuesto. Este aumento tendrá un efecto sobre el volumen vendido ya que el comprador obtendrá menos cantidad de bienes por el precio que pagaba antes.
La reducción relativa en la demanda, comparada con la que existiría en ausencia del impuesto o menores tasas, tendrá un impacto más amplio. El impuesto perjudicará a quienes participan en los procesos productivos relacionados.
En este punto es importante señalar que el impuesto perjudicará a consumidores como a productores. Aclaramos que productor es un concepto amplio. En la producción intervienen maquinarias, insumos, terrenos y capital. Y el elemento fundamental: los trabajadores que proporcionan sus capacidades para ser empleadas en el proceso productivo. El conjunto de todos estos elementos, en los distintos procesos productivos, es lo que solemos conocer como productores.
En consecuencia, menor producción que la que existiría en ausencia del impuesto, o menores tasas, incide sobre el conjunto de productores, en el sentido en que los acabamos de definir. Tal es el caso de proveedores de insumos, de maquinarias, de servicios de almacenamiento, de transporte o de financiamiento, y de empleo.
Es decir, la generación de ingresos, el empleo, el ahorro y la inversión son impactados por el sistema impositivo. Es evidente que los impuestos crean distorsiones dentro de las economías. Al igual que es importante tener siempre presente que por este motivo impactan el desarrollo económico. Los impuestos no son neutros; crean distorsiones dentro de la economía.
Es cierto que, por la competencia internacional en el mercado de bienes, no siempre es posible realizar un incremento en el precio del bien. Ante esa posibilidad real, ¿por qué vía se hará el ajuste para poder seguir obteniendo el mismo retorno del capital? Por el eslabón más débil: el salario del trabajador.
Tal como expresamos anteriormente, el capital puede moverse más fácilmente que el trabajo. E incluso, una realidad palpable a diario en países con sistemas impositivos onerosos como el dominicano es el incentivo a la evasión y la elusión. Estas acciones son incentivadas por impuestos de tasas altas y complejidad para su cumplimiento. El trabajador no tiene esta alternativa. Solo puede recibir un salario menor ya sea dentro de la formalidad o dentro de la informalidad, también promovida por el sistema impositivo.
Al final del día, en sus roles de consumidores, emprendedores, propietarios, trabajadores, ahorrantes e inversionistas, son los ciudadanos quienes terminan con menor poder adquisitivo ante los incrementos de tasas impositivas o la creación de nuevos tributos. ¿Y qué sucede con las recaudaciones? Las mismas distorsiones creadas por los impuestos erosionan las bases imponibles. En poco tiempo salen a flote las distorsiones impositivas.
En consecuencia, permanecen los desequilibrios fiscales que se pretenden ajustar vía impuestos. En poco tiempo, probablemente tan pronto como en uno o dos años, se repite la historia y se aplican otros esquemas impositivos. Tal vez mediante la vía administrativa o se recurre a nuevas legislaciones.
Es decir, nuevos parches; porque la reforma basada en nuevos impuestos y tasas más altas se enfrentó con la realidad. Y el endeudamiento público, que se pretendía reducir, continúa en el tiempo como el mecanismo que siempre será: impuestos diferidos que deben pagar los ciudadanos.
Lo explicado lo hemos vivido en República Dominicana y la evidencia internacional también avala la realidad descrita.
La alternativa viable y permanente en el tiempo, es la creación de un sistema simple de tasas más bajas y bases más amplias. Esa es la forma de promover el crecimiento, facilitar a la administración tributaria su trabajo y, lo más importante, no penalizar a la generalidad de la ciudadanía, que es la que sufre la incidencia de los impuestos.