[dropcap]R[/dropcap]epública Dominicana lleva 50 años en crecimiento económico. ¿De qué ha servido? Para muchos, quizá de poco; para unos pocos quizá de mucho. ¿Cuál es la realidad? El ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, admitió, ante los miembros de la ANJE, que aunque el país lleva medio siglo avanzando, aún no se ha resuelto uno solo de los problemas nacionales. ¿Dónde ha estado el fallo, entonces? ¿En el modelo económico? Quizá es una combinación de factores.
Duela o no, independientemente del color del cristal con que se mire, los problemas fundamentales o básicos no han sido resueltos. Es más, en algunos casos hemos retrocedido.
La crisis energética de nuestro país es harto conocida. Aunque hay que reconocer los esfuerzos que hace este gobierno, no se ve una luz en el camino que dé esperanza a una solución definitiva. Los problemas estructurales (y hasta culturales) se mantienen.
En términos de seguridad ciudadana no podemos pregonar ni un ápice de avance. Si bien no hemos alcanzado los niveles que muestran otros países, especialmente centroamericanos, República Dominicana es esencialmente una nación de gente pacífica, amable y hospitalaria, por lo que estos últimos hechos de delincuencia común rompen el aura de tranquilidad que nos ha caracterizado. Estamos a tiempo para evitar que esto empeore, pero el tiempo apremia.
La corrupción es, posiblemente, la causa principal de todos nuestros males. Este flagelo interviene en todas las actividades humanas y por ende se antepone en cualquier intento de redistribuir las riquezas y el bienestar que hemos generado durante los últimos 50 años.
La educación, que ahora recibe un presupuesto equivalente al 4% del PIB, necesita de muchos años para demostrar si los resultados serán los esperados. Sólo debemos mirar qué sucede con el tránsito para saber que estamos a años de luz de alcanzar niveles de educación y respeto mínimamente aceptables.