El valor mundial de las criptomonedas ha captado la atención de los sectores económicos. Recientemente, dicho valor superó 1,200 millones de dólares de los Estados Unidos, un valor astronómico respecto al tamaño de la economía global. El reciente anuncio del presidente de El Salvador de que el país adoptará el Bitcoin como moneda de curso legal, ha sido otra noticia que da señales de la ascendencia de este formato de pago.
Las criptomonedas son instrumentos de pago que se apartan del sistema de banca tradicional, siendo sus transacciones anotadas en una especie de libro contable en el ciberespacio, el cual no puede ser modificado por ninguna persona en particular. El hecho de que las criptomonedas sean un medio de pago con poca “fricción”, es decir, altamente eficiente y que permite transacciones a alta velocidad, es una de sus grandes ventajas. Por igual, la regla de “manufactura” de las mismas se encuentra establecida de manera taxativa, lo que algunos dicen también es un elemento que les da valor.
El hecho de que el mercado de criptomonedas haya crecido tanto, y ya se encuentre alcanzando un grado de legitimidad en los estamentos estatales a nivel mundial, demuestra que estas monedas tendrán que ser reguladas. El primer desafío es que las criptomonedas ofrecen un alto grado de anonimidad a sus usuarios, debido a que las partes en las transacciones no suelen ser transparentadas como en el sistema bancario tradicional.
El peligro de la anonimidad en las transacciones es que aumenta la posibilidad de que se utilicen para actos ilícitos como lavado de activos y evasión fiscal. El anonimato de las transacciones podría facilitar el cambio de activos legítimos por criptomonedas adquiridas sin ningún tipo de claridad.
Incluso, ha estado en las noticias en las últimas semanas el hecho de que los hackers que han secuestrado data y activos en varios países (como el gasoducto en EEUU) han querido que el rescate sea pagado en criptomonedas. La razón de esto se debe a que las criptomonedas no pueden ser rastreadas, lo que demuestra su peligro.
Entonces, ya que las criptomonedas pueden ser utilizadas para operaciones ilícitas y constituye un desafío para las autoridades internacionales en materia de prevención de lavado de activos y cumplimiento fiscal, ¿se pueden considerar como herramientas legítimas? La respuesta es que sí, pueden serlas, pero deben ser reguladas.
Todos los métodos de pago pueden ser considerados como legítimos y son herramientas de utilidad para los usuarios y clientes; cualquier forma alternativa de pago, que no requiere utilizar métodos tradicionales, puede ampliar la base de potenciales usuarios y clientes. Además, el costo de transacción de las criptomonedas es muy bajo.
No obstante, aunque pueden ser herramientas legítimas, hay una necesidad imperante de regulación de las criptomonedas a nivel internacional. Aunque pudiera parecer contradictorio -más regulación puede llevar a mayores costos- los peligros de las criptomonedas no pueden ser descontados, y para que realmente sean parte de la economía mundial legítima, deben ser debidamente reguladas y transparentadas.