En las últimas semanas resuenan en los medios de comunicaciones de todas las latitudes las preocupaciones por una posible espiral inflacionaria, que podría torpedear la recuperación económica que vive la economía mundial tras el paso de la pandemia.
La teoría económica nos muestra dos visiones muy distintas del por qué el fenómeno de la inflación podría ser un espejismo de no presentarse las características propias de la inflación. Por ejemplo, la escuela monetarista que encabezaba el destacado economista estadounidense, Milton Friedman, tenía una visión muy particular sobre la teoría cuantitativa del dinero o quantity theory of money, como se conoce en inglés. Friedman y la escuela monetarista delinearon dicha teoría de la siguiente manera: la oferta monetaria (m) multiplicado por la velocidad del dinero (v) es igual al nivel precio de precios (p) multiplicado por la cantidad (q).
Para los monetaristas la velocidad del dinero es fija, la velocidad del dinero no es más que la cantidad de veces que el dinero cambia de manos en la economía. Por lo tanto, para esta escuela de pensamiento económico el aumento de la inflación está supeditado al crecimiento de la oferta monetaria no de la velocidad del dinero. Por tal razón, Friedman decía que: si la oferta monetaria aumenta más rápido que el crecimiento real de la economía, pues tendremos alta inflación. De igual manera, aseveró que la inflación es un fenómeno intrínsicamente monetario.
El error conceptual de Friedman y los monetaristas, error que ha sido asumido por una parte importante del público en general es decir que: la inflación solo depende del aumento de la oferta monetaria, que por ese simple hecho vamos a tener inflación. La historia reciente nos indica que no es así. Por ejemplo, los Estados Unidos desde la crisis financiera en 2008 viene aumentando la oferta monetaria, y esto no se tradujo en un aumento significativo de la inflación. Y, esto se debió a una razón muy elemental, y es que ese aumento de la oferta monetaria no encontró su camino de reflejarse en la economía real.
Como podemos ver en el mundo real, la velocidad del dinero no es constante, y es aquí donde entra la diferencia entre los monetaristas y keynesianos. Los keynesianos argumentan de que lo que realmente genera inflación es el aumento de la velocidad del dinero, y no el aumento de la oferta monetaria en sí.
Por ejemplo, en los Estados Unidos la velocidad del dinero ha venido cayendo de forma constante desde 1998, pero no así la oferta monetaria. Por lo tanto, ante esta realidad se necesita mantener el aumento de la oferta monetaria para poder mantener el PIB nominal en un nivel constante, lo cual no generaría inflación porque la velocidad del dinero viene decreciendo. Para los keynesianos la velocidad del dinero depende de las siguientes variables económicas: confianza del consumidor, tipos de interés, desempleo y salarios. Si estas variables se mantienen constantes, no habrá una espiral inflacionaria, aún cuando se aumente la oferta monetaria.
Inflación en la era Covid-19
Contextualizando lo que nos dice la teoría económica, vemos que la coyuntura inflacionaria actual dista mucho de la visión monetarista, ya que a pesar de las fuertes expansiones del gasto público por parte de casi de todos los gobiernos del mundo para contrarrestar los efectos adversos de la pandemia y la inyección de liquidez por parte de los bancos centrales al sistema financiero para dinamizar la actividad económica. La inflación que se ha generado no es intrínsicamente monetaria, sino mas bien por los daños estructurales que ha generado la crisis sanitaria en la economía.
Cuando se inició la pandemia, el encierro casi total de la economía global afectó enormemente las cadenas de suministros en todo el mundo, por lo que la oferta de bienes se redujo de manera considerable. Sin embargo, a pesar de que la economía global ha venido abriendo de la mano del avance del plan vacunación, este último se mantiene desproporcionalmente desigual entre los países ricos y en vías de desarrollo. Es por ello, que el aumento de la demanda agregada en los países ricos ante el desbalance en la oferta de bienes, presionen los precios esos bienes hacia el alza.
Ese mismo desbalance entre la oferta y la demanda agregada se refleja en los precios de las materias primas, que todos sin excepción han venido en aumento. Muchas de esas materias primas se utilizan para el alimento de animales para el consumo humano, así como también, commodities que se utilizan como insumos en la producción agrícola. En el caso particular del crudo, la OPEC viene recortando la producción mucho antes del inicio de la pandemia, pero la salida del mercado de los productores de petróleo de esquisto de los Estados Unidos redujo aún más la oferta de crudo, lo que también ha tenido un impacto significativo en el aumento de los precios del crudo. Por otra parte, el costo de los fletes marítimos ha encarecido los bienes importados, lo que se ha traducido en un aumento general de precios.
Inflación en RD y el resto del mundo
La inflación que vive República Dominicana al igual que la mayoría de las economías del mundo, se debe fundamentalmente a factores exógenos (externos) no endógenos (internos). Por lo que la prudencia será clave en el manejo de este desajuste transitorio. Por lo tanto, el Gobierno dominicano debe verse en el espejo de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que su política monetaria está centrada en dos ejes fundamentales en estos momentos: la creación de empleos y la reactivación de la actividad económica, y no se perturba por los cánticos de sirena de una espiral inflacionaria que no está fundamentada en las políticas económicas.
Por tal razón, la economía estadounidense proyecta un crecimiento entre el 6.4-6.8% para este año 2021, y una acción de política monetaria restrictiva por parte de la Reserva Federal le pondría un freno a la recuperación y su objetivo central de alcanzar los niveles de pleno empleo. Ya cuando la economía entre en un terreno de sobrecalentamiento, pues es hora de volver a las metas inflacionarias establecidas, para así contener una posible espiral inflacionaria.
En el corto plazo, lo que debe de hacer el Gobierno dominicano es expandir el gasto público para alentar el crecimiento, y volver al nivel de pleno empleo que teníamos antes de la pandemia. Para contener este nubarrón transitorio, puede aplicar ciertas medidas paliativas como subsidios a algunos productos importantes en la canasta básica o reducir aranceles en aduanas para abaratar costos de bienes importados. De igual manera, seguir alentando la producción nacional sin abocarse a un plan de importación que podría poner en riesgo la producción local sin necesidad.
En la parte comunicacional el Gobierno debe realizar una campaña mediática que le explique de manera didáctica a la población de la transitoriedad de este fenómeno económico, y que no es momento de alarmarse. Cuando llegue la hora de preocuparse por la inflación, las autoridades monetarias harán lo propio. Lo que necesita en estos momentos el pueblo dominicano es salud y volver a trabajar, he ahí la prioridad número uno del Gobierno.