Nadie asume los problemas del tránsito, y todos lo vemos tan naturales, globales y parte del diario vivir, que a pesar de que es una tragedia que produce más muertes que cualquier epidemia de influenza, dengue, chikungunya y hasta ahora el Covid, no se toma en serio para diseñar una campaña de información, educación y sanción etc. que pueda reducir la cantidad de muertos que suelen aproximarse a los 4 mil cada año y decenas de miles heridos y muchos millones de pérdidas económicas.
Podemos decir que parte de la pobreza que sufrimos, le corresponde una buena cuota de responsabilidad a los accidentes de tránsitos, y sobre todo porque también carecemos de una cultura de responsabilidad ante los accidentados para cubrir los daños, y una ley con la rigurosidad suficiente para obligar a tener seguros que se hagan responsables de las indemnizaciones, y más grave con los motoristas, que no cuentan con recursos para cumplir sus obligaciones por la responsabilidad de causar las pérdidas como establece el código civil en su artículo 1872, 73, 74.
La ley 63-17 promulgada el 21 de febrero 2017, aún no ha producido los resultados positivos que se supone debiera, porque estamos lleno de leyes, pero no de instituciones con la estructura y la calidad de cumplir con los objetivos que se supone fueron creada, lo que nos lleva socialmente al desconocimiento de las leyes y su relajamiento de la autoridad que están o se crean para su cumplimiento.
He traído nueva vez este tema, porque a pesar de las restricciones de tránsito que nos ha impuesto la pandemia Covid y los continuos toque de queda, el caos por las violaciones del tránsito están incrementando con su secuela de conflictos y daños, que hacen la vida en las calles sobre todo del gran santo domingo, un rosario de angustia, enfados, estrés y riñas, que corroen la paz social. Solo debe experimentar los sinsabores de los usuarios del transporte público, que además es deficiente, obsceno y caro.
Debe surgir una institución líder, que le preocupe el asunto, para que pueda convocar la voluntad de todos los que tienen responsabilidad en mejorar la calidad del tránsito, reduciendo los problemas, agilizando y disciplinando nuestras vías de comunicación. La falta de esto nos esta dañando la economía, la salud y el crecimiento, y ya es tiempo que los gobiernos locales y el ejecutivo ponga interés, como lo hacen con las epidemias estacionales que nos afectan por épocas. Los que mueren, hieren y pierden propiedades son dominicanos, seres humanos que merecen las mismas atenciones que los que sufren por epidemias.