El crecimiento de la economía siempre será importante y positivo. Es mejor crecer que estancarse o retroceder, en el peor de los escenarios. Sin embargo, el gran reto es hacer que esa expansión de la economía se traduzca en desarrollo humano, en equilibrar la balanza entre quienes tienen los medios de producción y quienes trabajan para que el producto interno bruto (PIB) genere valor. Es una combinación que debería ser natural.
Nos alegramos cuando damos la buena nueva de que la economía ha crecido. Al mismo tiempo, pienso, deberíamos preguntarnos si ese crecimiento ha sido equitativo en el sentido de beneficiar a todos en una proporción lógicamente humana, es decir, que de alguna manera se sienta que hay bienestar colectivo. Hay que destacar, por supuesto, que la economía dominicana registró un crecimiento promedio de 12.4% a octubre del 2021, mientras que, a nivel interanual, el incremento de este indicador fue de 9.7%. Sin duda, estas son buenas noticias.
Si partimos de lo que hemos pasado como país, a raíz de los efectos de la pandemia del covid-19, debemos celebrarlo en grande. Como razón adicional, hemos visto que entidades financieras internacionales, como es el caso del Bank of America, han destacado que la economía dominicana vuelve a estar al frente en el crecimiento de la región, con fundamentos muy fuertes.
De hecho, según el Gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, la expansión “ha sido superior a lo esperado” y que las proyecciones anualizadas “apuntan a que el presente año 2021 estaría terminando con un aumento real del PIB del 11%, colocando a RD como una de las economías de mayor crecimiento de América Latina y uno de los países con mejor desempeño relativo al comparar los niveles de actividad económica del 2021 con relación a 2019, es decir, a la prepandemia”.
Sin embargo, aquí debemos mirarnos a lo interno y preguntarnos si hemos logrado disminuir la desigualdad. Un nuevo informe de Naciones Unidas establece que el hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13.8 millones de personas en solo un año.
Destaca que el hambre aumentó más drásticamente que en cualquier otra región entre 2019 y 2020, llegando a 59.7 millones de personas, su punto más alto desde 2000. Al mismo tiempo, señala que la inseguridad alimentaria afecta a 267 millones de personas y 106 millones de adultos presentan obesidad. Como se ve, estos números deberían ocupar la agenda de los gobiernos, principalmente de aquellos que tienen una mayor ponderación dentro de este gran reto regional.
Creo que son datos que confirman (y deberían darnos vergüenza) América Latina es la región más desigual del mundo. De hecho, la prevalencia del hambre se sitúa actualmente en 9.1%, la más alta de los últimos 15 años, aunque ligeramente por debajo del promedio mundial de 9.9%. Sin embargo, no se puede soslayar que entre 2019 y 2020 la prevalencia del hambre aumentó en dos puntos porcentuales.