Decálogo, como concepto, comenzó a utilizarse a partir del pasaje bíblico que refiere los diez mandamientos de Moisés. Debían ser cumplidos por el pueblo de Israel, quienes en ruta a la tierra prometida, luego de ser liberados de la esclavitud a la que fueron sometidos por los egipcios, pararon en la falda del Monte Sinaí. La historia es larga.
El presidente Luis Abinader, en su alocución del 7 de este mes, presentó al país diez medidas, algunas ya planteadas en su discurso del 27 de febrero ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas, que buscan amainar los efectos de la inflación en la capacidad de consumo de la población dominicana. Es un nuevo intento para hacer frente al choque externo que significa el aumento en las materias primas, petróleo y transporte.
Hay similitudes y diferencias entre los decálogos de Moisés y el presentado las autoridades dominicanas. En ambos casos surgen de arriba para ser aplicados a los de abajo. La diferencia radica en que uno está constituido por leyes o mandatos de obligatorio cumplimiento por quienes los adopten, mientras que en el segundo caso se trata de disposiciones e intenciones que dependen de un contexto convulso desde dos puntos de vista: económico y bélico. Pero hay otra coincidencia: su cumplimiento, pues hay que agregarle un ingrediente necesario: fe, principalmente porque a corto plazo, en el que nos compete, no se ve una salida al enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania.
La primera medida anunciada por Abinader es, sin duda, la que más llamó la atención. Se trata de aplicar un subsidio a los combustibles con el parámetro de que, mientras el precio del West Texas Index (WTI) esté por encima de US$85.00 por barril y por debajo de US$115.00, el Gobierno mantendrá sin variación los precios internos de los hidrocarburos al nivel del 4 de marzo de 2022. La mala noticia es que al momento de escribir esta columna la cotización de un barril del petróleo WTI había llegado a su máximo anual de 2022, a US$125.50, su cotización máxima de 13 años y ocho meses.
Según el jefe de Estado, con esta medida, que tendría una duración inicial de cuatro meses, el Gobierno seguiría asumiendo un sacrificio fiscal mínimo permanente de entre RD$600 y RD$1,000 millones por semana, que representarían aproximadamente entre RD$2,400 y RD$4,000 millones cada mes.
La segunda medida, también de impacto importante en la población más vulnerable, es aumentar el programa de subsidio directo al sector transporte implementado por el Intrant, para evitar el incremento de los precios en el transporte público. Otra propuesta es enviar de urgencia al Congreso un proyecto de ley para reducir a cero por ciento (0%) los aranceles aplicados en frontera a la importación de los productos más importantes de la canasta básica. Importante, además, es la propuesta de subsidiar hasta un 10% las importaciones de maíz, trigo, soya, harina y grasa vegetal por seis meses.
El Presidente también anunció su disposición de aumentar en un 2% del PIB los montos invertidos en gastos sociales, lo que representa RD$150,000 millones adicionales para estos fines y continuar la política de subsidios focalizados iniciados en 2021. Propuso, también, propiciar un espacio de coordinación entre ministerios y direcciones generales para implementar medidas que impacten en los precios de venta al detalle, utilizar la aplicación Precios Justos, agilizar los trámites y permisos para evitar dilaciones en procesos y disponer una gracia de seis meses para el pago de capital de los préstamos otorgados por el Banco Agrícola.
¿Ambicioso y prometedor el decálogo contra la inflación del presidente Luis Abinader? Es posible. Sin embargo, lo peor es no hacer nada. Confiar en que surtirá efectos positivos es lo que resta.