El ministro alemán de Economía, Robert Habeck, anunció este miércoles que la economía alemana sólo crecerá un 2.2% en 2022, un 1.6% menos de lo previsto, según las previsiones de primavera del gobierno sobre la evolución de la coyuntura en los próximos meses.
Habeck atribuyó el empeoramiento del pronóstico a la guerra en Ucrania y afirmó que el apoyo a Kiev en su defensa contra la invasión rusa lleva a Alemania a “pagar un precio” que sin embargo “hay que estar dispuestos a pagar,” según dijo en una rueda de prensa en Berlín.
La subida de precios de la energía y la consiguiente inflación han llevado al gobierno a revisar a la baja el crecimiento del 3.6% del PIB augurado en enero, explicó el ministro, que agregó que, en comparación con entonces, “Alemania es más pobre”.
Sin embargo, recordó que su gobierno ha aprobado dos paquetes con medidas de alivio para hogares y empresas y expresó confianza en que la política energética del ejecutivo permita revertir la situación y en que para 2023 haya un crecimiento del 2.5%.
Habeck destacó además que la estimación de su ministerio es “conservadora” y se sitúa en el margen inferior con respecto a la de otras instituciones y expertos.
Motivó este análisis con los efectos de las sanciones contra Rusia en las cadenas de suministro, que sufren además por la falta de materias primas y productos en diversos mercados y habló de “un comercio global trastornado”.
Citó además el impacto que aún perdura de la pandemia de coronavirus, entre cuyas consecuencias mencionó el bloqueo del puerto de Shanghai y la política de cero covid en China.
Habeck advirtió además que este escenario no tiene en cuenta un posible embargo de gas ruso o un corte del suministro por parte de Moscú, que, de producirse, empujaría a Alemania a la recesión.
“No tendríamos crecimiento, sino una contracción de la economía de menos 5%,” alertó el político verde, que subrayó una vez más que está trabajando a contrarreloj para acelerar la independencia energética de Rusia.
Una inflación empujada por la energía y los alimentos
La proyección presentada por Habeck revisa al alza la inflación, que en lugar del 3.3% pronosticado en enero, alcanzará según dijo una tasa del 6.1%, aunque en 2023 caerá de nuevo hasta el 2.8%.
El ministro subrayó que el aumento de precios de la energía y los alimentos este año superará esa tasa, lo que tendrá un gran impacto social puesto que son los hogares más pobres los que destinan un mayor porcentaje de recursos a estos gastos.
No obstante, ante las preguntas de los periodistas, rechazó la posibilidad de reducir al 0% el IVA de los alimentos y abogó por dejar que hagan efecto los paquetes con medidas de alivio fiscal aprobados recientemente.
Habeck agregó que durante los últimos meses se ha producido un gran ahorro privado y hay muchos pedidos acumulados por la industria, pero que la situación es difícil ya que el dinero disponible pierde valor por la inflación y los problemas con las cadenas de producción afectan con particular dureza a la industria alemana, muy dependiente de las exportaciones.
El ministro auguró que a lo largo de este año el desempleo se mantendrá estable en torno al 5%, lo que supone una mejora con respecto al año pasado, cuando se situaba en el 5.7%, aunque menor de lo esperado.
El reto del gas ruso
Alemania ha conseguido reducir su dependencia del gas ruso del 55%, al inicio de la guerra, a un 35% en la actualidad, subrayó una vez más Habeck y recordó que se trata de un proceso más complicado que en el caso del carbón y el petróleo ya que hay que construir la infraestructura necesaria.
El ministro señaló que el momento en el que será posible lograr la independencia total depende de este último factor, y destacó que el gobierno espera poder acelerar la construcción de terminales para almacenar gas natural licuado.
“Hemos dicho que queremos que estén listas en dos años, pero no es suficiente,” admitió, aunque expresó la esperanza de que sea posible “acelerar” más el proceso.
Por el contrario, explicó, Alemania está ya en condiciones de participar en el embargo al carbón ruso, mientras que en el caso del petróleo, un corte del suministro se podría “gestionar”.
“Esto no quiere decir que no se notaría, se producirían interrupciones de suministro de forma local, los precios serían más altos,” advirtió, pero manifestó que por lo menos no se desencadenaría una “catástrofe económica nacional” como hubiera sido el caso antes de que el gobierno buscara alternativas a las importaciones rusas.