Las presiones inflacionarias están a la orden del día en la mayoría de los países, y las causas no son un secreto para nadie, los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania, además de los remanentes de la pandemia del covid-19.
El primer problema de la inflación es que reduce el poder adquisitivo de las personas, sobre todo de los asalariados, quienes, con los mismos ingresos de siempre, deben comprar bienes y servicios más caros. Aunque la inflación afecta a todos por igual, existen sectores a los que les golpea más fuerte que a otros, por ejemplo, a los consumidores y, particularmente, a los que se encuentran colocados en el lado desfavorable de la distribución de la riqueza.
Sin embargo, existe un sector que es mucho más golpeado que el resto por el incremento en los precios de los bienes y servicios, y es el de las micro, pequeñas y medianas empresas, así como los informales. Esta hipótesis se plantea porque, aunque es un sector que se ubica en el ámbito empresarial, su desempeño sigue siendo marginal, con ingresos que, muchas veces, funcionan como salarios, con poca capacidad de traspasar el incremento en costos (insumos y materias primas) al producto final, además de que si está formalizado ante el esquema tributario del país, pagará más impuestos por un aumento en sus ingresos nominales, no en sus ingresos reales. Pero, analicemos por parte cada uno de los elementos planteados.
Es cierto que las micro, pequeñas y medianas empresas constituyen el mayor porcentaje en el tejido empresarial en América Latina y el Caribe, lo propio que en República Dominicana, pero su capacidad de decidir en los mercados de bienes y servicios es relativamente poca, pues casi siempre dependen de las empresas grandes a las que le venden, si es que existen encadenamientos productivos.
Esto las deja a merced de las grandes empresas, quienes deciden cuándo pagarles, lo que afecta su flujo de caja y, por consiguiente, son presa de la inflación cuando esos ingresos llegan. Por eso, un gran porcentaje de micro y pequeños empresarios terminan ganando tan poco que podrían denominarse empresarios asalariados.
Por otro lado, cuando suben los precios de los insumos y las materias primas, tal es el caso de los industriales procesadores de harina, estos no pueden traspasar ese incremento en costos a los precios de los bienes finales que venden al público, teniendo que asumir una pérdida que, acumulada, implica menor rentabilidad y, probablemente, una posterior quiebra del negocio.
Pero lo peor ocurre cuando las mipymes tienen que pagar anticipos mensuales, así como el impuesto a las ganancias anuales, sobre todo en períodos inflacionarios, ya que el aumento en los precios generalizados de los bienes y servicios inflan los ingresos de estas unidades productivas de menor tamaño relativo, haciéndolas receptoras de altos ingresos, pero nominales, aunque en términos reales estos no sean suficientes para las reinversiones de capital de trabajo y de reposición de maquinarias y equipos.
Frente a todo lo anterior, convendría que entidades como el Consejo Nacional de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme) estudien y analicen este fenómeno, y puedan encontrar opciones factibles para compensar a las mipymes, por diferentes vías, del asedio de las presiones inflacionarias. Sería una forma bastante creativa de apoyar a este importante sector de la economía dominicana.