El varapalo de la guerra entre Rusia y Ucrania continúa sintiéndose en casi todo el mundo, pero con mayor impacto en los países de América Latina y el Caribe.
En efecto, con la disrupción que ha tenido la economía mundial, reflejada en los sectores de producción primaria (petróleo, gas, aluminio y cereales), así como en sectores industriales que producen insumos de uso generalizado en la agricultura como fertilizantes (Cepal, 2022), la mayoría de las naciones latinoamericanas ha visto disminuir el crecimiento de su producto bruto interno, al tiempo que las presiones inflacionarias no dan tregua.
Por ejemplo, Venezuela y Argentina presentan inflación interanual de 137.1% y 76.9%, respectivamente, mientras sus pronósticos de crecimiento económico son a la baja para este 2022. Contrario a esto, países dolarizados como El Salvador y Panamá mantienen niveles moderados de inflación.
Para contrarrestar este incremento sostenido de los precios internos, los bancos centrales de los países afectados han recurrido a instrumentos de política monetaria en procura de reducir el golpe que reciben los consumidores y, en particular, los de menores ingresos.
Esas autoridades han elevado su tasa de política monetaria (TPM) desde que se asomaron los primeros efectos de la guerra de marras. En el caso dominicano, el nuevo incremento de 25 puntos básicos es una señal de que aún existe el peligro de que las presiones inflacionarias se incrementen y con estas se produzcan nuevos aumentos en los precios internos.
Así también, es obvio que la autoridad monetaria y financiera de República Dominicana se está adelantando, sabiamente, a un escenario económico internacional que puede tornarse aún más volátil de lo que ha sido. Y es que el conflicto entre Rusia y Ucrania no parece que terminará pronto, muy por el contrario, las expectativas a corto plazo son de que continúe y/o se expanda.
En esa misma línea, este nuevo aumento en la tasa de política monetaria provocará más alzas en las tasas de interés, activa y pasiva, de los bancos comerciales, lo que podría tener un efecto perverso en las inversiones del sector privado, sobre todo en sectores como la construcción y la manufactura, lo que también incidirá en una expansión de los costos de producción de las empresas. Al final, también pudiera reflejarse en una ralentización en el ritmo de crecimiento del producto interno bruto (PIB), aunque el Banco Central mantiene en 5% la estimación de este año.
Con esta medida el Banco Central se enfrenta a un dilema, pues al tiempo que aumenta la tasa de interés de referencia, para controlar la inflación, también impacta la producción ya que sube el costo del dinero para las empresas.
Sin embargo, desde nuestra óptica, es correcto el aumento en la TPM, pues en situaciones económicas transcendentales, es necesario tomar medidas económicas, igual de trascendentales.