Este año que termina ha dejado importantes lecciones en materia economía y de la capacidad que tiene República Dominicana para afrontar situaciones apremiantes. No ha sido fácil para nadie. Ni las autoridades del Gobierno y las familias han tenido un año fácil.
En medio de los retos que trajo este año, luego de pasar los meses más difíciles de la pandemia del covid-19 y sus consecuencias con los costos de las materias primas, desabastecimiento y los problemas de transporte, el país puede decir que ha salido con bien de esta tormenta económica y de inestabilidad que ha padecido el mundo en los últimos años. Aún hay mucho camino que recorrer, pero todo indica que las medidas que se han ido tomando servirán para poner todo en orden en su momento.
Quizá este año sea más recordado por los altos niveles de inflación que por cualquier otra cosa. Los esfuerzos de las autoridades en materia de política monetaria quizá fueron oportunos para evitar una escalada mayor de la inflación, lo cual siguió la estrategia de los bancos centrales en todo el mundo.
Sin embargo, es oportuno significar que sin las medidas de corte fiscal, como la de mantener el subsidio a los combustibles desde marzo de este año, quizá tuvo un mayor efecto en la contención de la inflación si se analiza que este rubro tiene un efecto de encadenamiento que afecta a todos los sectores.
Según las estimaciones oficiales, sin el subsidio a los combustibles la inflación hubiera subido otros seis puntos porcentuales, lo cual sí hubiera sido catastrófico para los bolsillos de los dominicanos, principalmente los que menor poder adquisitivo tienen y que están en los quintiles 1 y 2.
Encarecer el dinero, de alguna manera, también imposibilita el acceso al crédito a pequeñas y medianas empresas, dificultando que esas unidades productivas puedan generar valor a la economía y más empleos. La inflación, por un lado, también ha servido para que el Gobierno supere las metas de recaudación, pues los precios internacionales ayudan en Aduanas y en Impuestos Internos.
Respecto a lo que podría ser de 2023, todo indica que macroeconómicamente hablando será un año con un desempeño aceptable. Si bien el crecimiento del producto interno bruto (PIB) se ralentizará en 2023, lo mejor será que habrá estabilidad en los principales indicadores macroeconómicos, ya que hasta la inflación irá ubicándose hacia el rango meta de 4%.
En definitiva, lo que viene serán buenas noticias, a menos que no aparezca una especie de cisne negro, como sucedió tras la invasión de Rusia en Ucrania. En todo caso, siempre hay que estar preparado para vencer los retos.