Durante la celebración de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), que se sostuvo la semana pasada en Argentina, salió a relucir la intención de una moneda común entre Brasil y Argentina, pero con pretensiones latinoamericanas, es decir, convertirla en una moneda para toda la región, describiéndose como un instrumento comercial que reflejaría la potencia del producto bruto de América Latina.
Sin embargo, no es una idea nueva, es un plan que se ha querido materializar desde 1991, cuando se presentó el Mercado Común del Sur (Mercosur), que funge como un proceso de integración originado mediante el Tratado de Asunción, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela (actualmente suspendida) y Bolivia.
Este tratado crea un mercado común entre los países integrantes, que implica la libre circulación de bienes y servicios, aranceles externos comunes, coordinación de prácticas macroeconómicas y sectoriales: agrícola, industrial, de servicios aduaneros, transportes y comunicaciones, fiscal, monetaria, cambiaria y de capitales, de esto último, se proponía la unificación de monedas.
No es la Unión Europea de América Latina
Se quiso presentar durante el Celac algo más o menos parecido a la Unión Europea y su euro, pero, lamentablemente, lo que ocurre en América Latina, específicamente en Sudamérica, no es ni una quinta parte de lo que se tuvo que dar para que Europa tuviese su moneda unificada.
En primer lugar, Europa construyó un mercado común donde circula el 66% de su comercio exterior, pese al conflicto bélico Rusia-Ucrania y los efectos residuales de la pandemia, para luego dar ese ambicioso paso a tener lo que hoy conocemos como el euro.
En el Mercosur la unión aduanera que se presentó desde que se estableció el tratado, no funciona, y el comercio regional es inferior al 10%, y su realidad es muy ajena a lo que se planteó cuando se firmó el tratado, ya que muchos productos están sujetos a aranceles elevados.
En segundo lugar, recordemos que la Unión Europea nace con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, época en la cual el capitalismo había alcanzado su máximo esplendor, para luego sufrir cambios con la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE), y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom) en 1958; la Política Agrícola Común entre los países de la CEE en 1962; el Convenio de Yaundé para promover la cooperación y el comercio con 18 colonias en África por la CEE en 1968; el inicio de la Unión Aduanera para los miembros de la CEE en este mismo año; la adhesión de más países a la CEE en las épocas de los 70 y 80; el programa Erasmus en 1987 ofreciendo becas estudiantiles entre los países de la CEE.
Así, hasta la época de los 90 con la firma del Tratado de la Unión Europea (Tratado de Maastricht) en el 93; El Tratado de Ámsterdam en el 99 y el Acuerdo Schengen que permitiría gradualmente a las personas viajar a amplias zonas de la Unión Europea sin controles de pasaportes. Dicho todo esto, para la Unión Europea y su euro lograr su posicionamiento actual, tuvo que recorrer mucho camino, algo que les hace falta a los países que están proponiendo la moneda “Sur”.
Vecinos totalmente diferentes el uno del otro
Los problemas de esta nueva moneda se desprenden de las disparidades en el comercio regional, basándose en que Argentina tuvo un déficit con Brasil de US$3,365 millones, además, de una inflación del 94.8% en 2022, contra un 5.9% de Brasil. Por otro lado, en los últimos 10 años se ha visto un aumento descomunal del dólar estadounidenses frente al peso argentino de un 3,662%, es decir de 4.9 pesos argentinos por un dólar, a 184.36, y en Brasil ha aumentado un 67%, de 3.1 a 5.2 reales por un dólar.
Son países totalmente diferentes en sus políticas monetarias y fiscales, es decir, Brasil tiene un tipo de cambio flexible y un banco central independiente, mientras que los mandamases del dinero en Argentina imprimen dinero por orden del presidente para equilibrar el déficit presupuestario, y como resultado, la hiperinflación del 95% que se mantiene desde el año pasado.
Brasil tiene una reserva de más de US$300,000 millones, lo que le convierte en acreedor del Sistema Financiero Mundial, mientras que Argentina debe más de US$40,000 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI) de quienes dependen, porque de lo contrario, el país hubiera sido insolvente hace años.
Por otra parte, en lo legislativo, las discusiones dentro de cada país no son sencillas; por ejemplo, en Argentina una aprobación de este tipo debe pasar por el Congreso, pero el Gobierno no tiene la mayoría de los votos garantizados, por lo menos no en la Cámara de Diputados, y en Brasil hay un Congreso de total oposición política al gobierno de Lula. Aparte, en el caso de involucrar a los demás países de la región, vivirían el mismo inconveniente que planteo para Argentina y Brasil.
Razón de ser de la moneda “Sur”
La razón del porqué este proyecto se reavivó se resume en confluencia y sentimentalismo político. Tras la reelección de Lula en Brasil, impulsar la integración en América Latina ha sido su objetivo número uno.
Tomemos en cuenta que Brasil aglutina más del 50% del poder económico y poblacional del continente, y es por esto que pudiera aprovechar la unidad de la región para aumentar el peso geopolítico de América Latina, como ya consiguió durante sus dos primeros mandatos.
Aparte, Argentina estaría contenta de tomar por las riendas cualquier solución que habilite una palanca elevadora sobre el camión que tienen encima por la grave crisis que lamentablemente están viviendo.
Pero a todo esto, surgen varias preguntas que por el momento no se ven respondidas en ninguna de las comunicaciones oficiales sobre este tema, como, por ejemplo, ¿Quién va a emitir esta moneda?, ¿Cómo cotizaría?, ¿En qué condiciones cotizaría?, ¿Cotizaría contra terceras monedas?, ¿Quién hará el papel de ente regulador y supervisor de cara a los países involucrados?, ¿Podrá ser utilizada para algún otro fin que no sea el intercambio comercial? Porque si solo es para esto, sería un nomenclador binacional para pagos y cobros.
Lo cierto es que sería un mundo ideal el tener una mayor y mejor integración financiera, no solo en Sudamérica, sino en América Latina, pero hay componentes económicos en primer lugar, y luego, ideologías políticas que imposibilitan la materialización de esto. Aparte, que lo propuesto por Argentina y Brasil significa querer correr y saltar antes que aprender a gatear y caminar.