Hasta el pasado reciente, hablar del 27 de febrero o el 16 de agosto era sobre los cambios que se avecinaban en el tren de gubernamental. Esas fechas eran las que el Presidente de turno utilizaría para “remenear la mata”, cambiar un funcionario de una posición a otra, sin mucha explicación o justificación en base a la experticia que la persona en cuestión pudiera tener respecto a su nueva (ni tampoco la antigua) posición.
Afortunadamente, desde hace unos años, las fechas patrias han dejado de ser asociadas a los famosos decretos de “quita y pone”, sino que se han tornado en las cuales el mandatario realiza un ejercicio democrático de rendición de cuentas. Este cambio es una importante parte de la transición democrática que nuestro país ha experimentado en los últimos 40 años, y otra muestra de que el lastro de la dictadura y los años siguientes, van quedando más lejos de nuestro presente.
Entonces, ante la expectativa de un discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader ¿qué se puede esperar? Es importante iniciar dejando dos grandes supuestos sobre la mesa: en primer lugar, será la primera alocución a la nación de este mandatario en la que se puede decir de manera definitiva que hemos dejado atrás la pandemia, y segundo, se enmarca dentro de un inicio de año preelectoral, con las elecciones municipales a poco menos de un año (18 de febrero de 2024) de la fecha de este discurso.
Esperamos un discurso que hará mención de las obras que el Gobierno ha venido desarrollando durante los últimos 12 meses, haciendo énfasis en las que han logrado ser culminadas o que podrán serlo en muy corto plazo. Ante los cuestionamientos y acusaciones de ciertos sectores sobre la supuesta falta de “productividad” del Gobierno en esta área, no sería sorprendente que el Presidente de algunas respuestas.
Igualmente, el tema de Haití deberá ocupar un importante lugar en el discurso del presidente Abinader. La crisis en nuestro vecino país, uno de nuestros más importantes socios comerciales, continúa agudizándose y los efectos del descalabro de las instituciones democráticas y del orden allá representan un grave desafío para el nuestro.
Por otra parte, y regresando al ámbito nacional, el ambiente y calendario político también será determinante en el contenido del discurso, pues el Presidente se verá en la necesidad de poner en relieve las ejecutorias de su gobierno en materia social.
Lo que quedará por verse es la medida en que pueda articular su visión para los 18 meses que le quedarían en este período, independientemente de si opta y logra reelegirse o no, ya que aunque este discurso es mayormente para pasar balance sobre lo que ha sido ejecutado, también sirve para trazar las pautas de trabajo respecto al próximo año de gobierno.
Sin lugar a dudas, el discurso de rendición de cuentas del mandatario de la Nación es un ejercicio de civismo democrático esencial. Más allá de un discurso político, esperamos que cada año que pase, el presidente de turno haga un verdadero ejercicio de ofrecerle a sus ciudadanos una medida de las ejecutorias de su gobierno y sus expectativas de cara al futuro.