Todos los meses, el Banco Central dominicano (BCRD) da a conocer el comportamiento de la inflación, la cual se mide a través del índice de precios al consumidor (IPC). ¿Cómo se calcula? ¿Por qué hay desconfianza en parte de la población? ¿Qué tan confiable son los datos? El director de Comunicaciones de la institución de la política monetaria, Luis Martín Gómez, entrevistó a Elina Rosario, directora del departamento de Cuentas Nacionales y Estadísticas Económicas (Cuneco), quien ofrece detalles todos los pasos que se agotan durante el proceso de captación, validación, análisis y publicación de resultados.
Lo primero que debe hacerse es definir qué es la inflación. Explica que es un indicador bastante importante para la toma de decisiones, por lo que considera que es válido que se inicie por definir qué es la inflación.
De manera sencilla, refiere que es un indicador que refleja el cambio de los precios en una economía durante un período determinado, atendiendo a una canasta de bienes y servicios, la cual es consumida habitualmente por una familia dominicana.
“Parte, básicamente, de lo que esta familia consume en mayor frecuencia y cantidad para satisfacer sus necesidades cotidianas. En palabras llanas: la inflación nos permite cuantificar cómo han variado los precios en la economía y, por consiguiente, si se requiere de más o menos recursos para comprar los bienes y servicios que satisfacen las necesidades de esta familia a lo largo de un período determinado”, explica.
Ante la pregunta: ¿De dónde sale esa cifra que el Banco Central, a través del Departamento que diriges, publica todos los meses? Indica que el Banco Central, como institución responsable de la compilación y estimación del índice de precios al consumidor (IPC), en primera instancia construye lo que se conoce como la canasta familiar, la cual está compuesta por un grupo representativo de artículos, tanto de bienes como de servicios, que consumen los hogares de manera habitual.
Luego de construir la canasta, comenta, es que se estima su costo mediante la recolección de precios a través de la Encuesta Nacional de Precios al Consumidor (ENPC) aplicada en 11,168 establecimientos comerciales seleccionados a lo largo del territorio nacional.
Refiere que estos establecimientos señalados están distribuidos en 79 distritos municipales. Cada mes se alcanza una muestra promedio de 193,000 cotizaciones de precios, lo que hace que este indicador sea lo suficientemente robusto.
Según Rosario, una vez levantada esta información por un grupo especializado de encuestadores que se tienen en campo, un personal de planta altamente capacitado procesa esta información llevando a cabo un proceso minucioso de validación, ya que es importante que lo que se recoge en campo, cuando se recibe en el Cuneco, sea debidamente validado y luego estos datos se convierten en un índice promedio ponderado.

Elina Rosario, directora del departamento de Cuentas Nacionales y Estadísticas Económicas (Cuneco)
Una vez se obtienen estos resultados, señala, la inflación no es más que la variación porcentual de ese índice de precios al consumidor.
Destaca que el IPC se puede obtener o ver desde una óptica mensual, es decir, lo que pasa en un mes respecto al mes anterior; trimestral o anual, que es comparar lo que ha pasado en un año respecto al año inmediatamente anterior. Señala que tiene distintas formas de analizarse y dependerá de la utilidad que quiera el analista, usuario o agente económico que la esté interpretando.
“Es muy importante destacar que el sistema que se utiliza en República Dominicana, para calcular el IPC, se basa en el manual que preparan los organismos internacionales especializados en la materia, en este caso el que está vigente fue preparado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial (BM) y la Oficina de Estadísticas de las Comunidades Europeas (OECE), entre otras instituciones. Lo que esto quiere decir, sostiene, es que el cálculo del IPC es confiable y, además, incorpora los adelantos y mejoras existentes para obtener los resultados más precisos y que sean comparables con otros países.
Al referirse al concepto de canasta familiar, que con frecuencia es utilizado por los medios de comunicación y del público, explica que no es más que el conjunto de bienes y servicios que adquieren las familias. Explica que esta información se encuentra segmentada según la clasificación de consumo individual por finalizadas de las Naciones Unidas, lo cual facilita la comparabilidad internacional.
La directora del Cuneco detalla que de este clasificador se derivan 12 grupos de bienes y servicios: alimentos y bebidas no alcohólicas; bebidas alcohólicas y tabaco; prendas de vestir y calzado; vivienda; muebles y artículos del hogar; salud, transporte, comunicaciones, recreación y cultura; educación, restaurantes y hoteles; y, por último, bienes y servicios diversos.
Sostiene que dentro de cada uno de estos grupos hay una cantidad de artículos que representa la diversidad del consumo de los hogares en los productos que pertenecen a cada una de estas clasificaciones. Indica que la composición de esta canasta, que es la base de la información, se levanta a través de la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENGIH), la cual es realizada habitualmente cada diez años en los países.
“Es la recomendación y práctica habitual. Esto permite conocer la distribución del gasto del hogar, en este caso del dominicano, y la última versión que se levantó, por parte del Banco Central, fue en el año 2018. Esta la información base que permitió la construcción de esta canasta familiar que sustenta el índice de precios al consumidor”, explica.
En lo que respecta a los efectos de la inflación en las personas y las empresas, Rosario puntualiza que cuando se habla de una inflación alta “estamos hablando de que el nivel de precios en la economía ha aumentado”. Ante una situación como ésta, dice, si el nivel de ingreso se mantiene estable o igual automáticamente se va a producir una reducción en el poder adquisitivo.
Significa, dice, que con la misma cantidad de dinero que genera un ciudadano tendrá la capacidad de adquirir menos productos hoy que en el pasado, “ya que tengo el mismo nivel de ingreso, pero los precios han aumentado”. Por lo tanto, destaca, ante un nivel de precios inestables los consumidores y las empresas no podrán identificar claramente las variaciones de precios, lo que dificultará la toma de decisiones adecuadas entre consumir y ahorrar, para los consumidores, o entre contratar e invertir, en el caso de las empresas.
Otro efecto de una inflación muy alta, según Rosario, es que eleva el nivel de incertidumbre, lo cual puede desestimular la inversión productiva. Expresa que esto genera automáticamente un menor nivel de inversión que frena el crecimiento económico, lo cual tiende a generar desempleo, con lo cual se deterioran los salarios y se profundizan los desequilibrios sociales.
¿Y si ocurre lo contrario, si la inflación es cero o negativa? Rosario lo explica de la siguiente manera: “La inflación cero o negativa no es conveniente. La literatura económica estudia o ha estudiado ampliamente estos efectos y la verdad es que no se recomienda una inflación cero o negativa por un período sostenido”. Todo lo contrario, señala, la teoría está a favor de una inflación baja, estable y predecible.
En este sentido, indica que se considera un escenario en que una persona tenga que invertir o comprar un bien en específico, imaginando que se está en una situación de inflación negativa, es decir, que la trayectoria de los precios va de manera descendente, lo que decidirá ese consumidor es esperar a que baje más. Esto, dice, tiene un efecto en las empresas o productores. Dice que, si todo el mundo actuara de la misma manera, las empresas se verán afectadas por la disminución en sus ventas y, por consiguiente, en los ingresos que generan, lo cual las podría llevar a tomar decisiones con el personal, ya sea despedirlos o no contratando más. Esto, asegura, se traduciría en un aumento del desempleo y precios más bajos.
En resumen, destaca, la caída prolongada de precios puede convertirse en un círculo vicioso que afecta la economía de manera negativa y provoca una desaceleración.
¿Y por qué la inflación del Gran Santo Domingo es diferente a la registrada en Pedernales? Rosario responde que esta es una pregunta que el Banco Central recibe de manera reiterada. Al explicar por qué sucede, la funcionaria refiere que es necesario entender lo que es el nivel de precios y la variación de precios. Lo dice porque supone que la duda surge porque en ocasiones se ven niveles distintos de precios. Expresa que es natural que los bienes producidos en una región sean distintos a los que se comercializan en otro lugar, como es el caso de Santo Domingo.
Refiere que si un rubro es producido en una provincia (fuera de la capital), cuando lo trasladan a Santo Domingo, que ya tiene incorporado el factor de los márgenes de transporte y comerciales, entonces el nivel de precios es distinto. Ahora bien, dice, la variación tiende a ser diferente en términos de una localidad y otra, en la que van a incidir, además, los patrones de consumo de cada una de las regiones y los niveles de ingresos de las personas.
“Es por esto que el Banco Central presenta la información del IPC y, a su vez, de la inflación, segregada en las distintas regiones del país y le da seguimiento a los precios utilizando una canasta representativa de cada una de ellas para que refleje realmente cuáles bienes y servicios son los que se adquieren con mayor frecuencia en cada una de estas zonas, así como cuáles representan un mayor porcentaje del consumo total”, detalla.
Según señala, todos estos factores al final arrojan niveles de inflación, es decir, de variación de precios que pueden diferir entre las cuatro regiones en las que se distribuye el territorio nacional.
¿Y por qué las cifras que ofrece el Banco Central respecto a la inflación no parecen coincidir con los precios de los productos que se adquieren en los supermercados? Afirma que cada persona tiene patrones de consumo distintos. En este orden, destaca cuando una persona gasta todos sus ingresos en ropa, otra lo destina a viajes y otros en comida. Hay casos en los que los ciudadanos dedican parte de sus ingresos al ahorro. “Cada uno de ellos percibirán la inflación de una manera distinta debido a que los bienes y servicios que consumen, es decir, su canasta personal, van a variar de manera distinta en el tiempo”, refiere.
Destacó, a manera de ejemplo, que las personas van al supermercado y se fijan sólo en los artículos que están en el establecimiento, no estará considerando que se venden fuera de estos centros comerciales, como es el caso de la gasolina y otros rubros, lo que impide contemplar que la canasta está compuesta por otros tipos de bienes y servicios que también juegan un rol en lo que es la variación del comportamiento de la inflación.
A final de cuentas, considera Rosario, es importante entender que la inflación se compone de una canasta que viene a ser un promedio de lo que todas las personas del país consumen. En este caso, el cálculo del IPC, que toma en cuenta la canasta familiar en toda su amplitud y variedad, a pesar de lo que particularmente pueda consumir una persona, va a arrojar resultados que al parecer de alguien en particular sería disímiles o que no se corresponden con la realidad.