Hace algunos años, un consultor internacional dijo que la “problemática de las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) estaba en bocas de todos, pero en manos de nadie”. Esta afirmación era una franca alusión al hecho de que casi todos, sector público y sector privado, solían reconocen la importancia de estas unidades productivas, particularmente los gobiernos, organismos internacionales, agentes económicos, entre otros, pero ninguno podía mostrar alguna solución específica a la problemática de marras.
En efecto, al interior del desempeño de las Mipymes, aún persisten los temas vinculados a su baja productividad, lo que se traduce, casi de manera automática, en escasa competitividad y poca participación en los diferentes mercados de bienes y servicios.
Esta misma baja productividad va de la mano con el escenario que presentan estas unidades económicas de altos costos de producción, independientemente de los incrementos que se producen como consecuencia de los aumentos de precios de las materias primas e insumos. En este caso, es obvio que existen ineficiencias, deseconomías de escala y baja calificación de los trabajadores con contribuyen a elevar los costos de producir.
El difícil acceso a determinados mercados es otro elemento que se verifica como parte de la problemática de las Mipymes, sobre todo porque se pagan costos de transacción, es decir, aquellos que están relacionados con la consecución de información que ofrezca determinadas ventajas frente a los competidores más cercanos.
Así también, las dificultades que se presentan para poder exportar es otro tema de importancia en el concierto de la problemática de las Mipymes. A este respecto, datos recopilados indican que menos del 8% de las Mipymes dominicanas exportan sus productos hacia mercados internacionales. Las razones de esto son múltiples y variadas, y van desde la propia incapacidad que tienen los micro, pequeños y medianos empresarios para crear una cultura de exportación, hasta la existencia de un entorno, local e internacional, no apropiado para asumir determinados riesgos que conlleva esta tarea. A esto hay que añadirle la permanente y cada vez más preocupante atomización del sector, lo que se constituye en un freno para desarrollar una asociatividad competitiva que permita dar respuesta conjunta a una demanda de bienes y servicios que no puede ser atendida de forma individual.
La baja calificación tanto de los trabajadores como de los propios propietarios de las Mipymes es otro factor que obstaculiza el desarrollo de las unidades productivas de menor tamaño relativo pues, bajo ese escenario, es imposible que se puedan generar innovaciones y transformaciones a lo interno de las mismas. Este tema está vinculado, además, con la poca limitada oferta de capacitación para este sector, así como la escasa articulación entre los entes que están llamados a atender la problemática de las Mipymes.
Finalmente, todos saben que uno de los problemas fundamentales que sobresalen en la mayoría de los estudios relacionados con las Mipymes es la falta de acceso al crédito que dicen tener los propietarios de este tipo de empresas, aun cuando ha aumentado la bancarización y se han creado innumerables entidades con nuevos productos financieros. De hecho, y especialmente en República Dominicana, el Consejo Nacional de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (PROMIPYME) amplió, durante estos últimos dos años, los montos promedios a los que podían acceder las pequeñas y medianas empresas, esto como forma de fomentar un mayor desarrollo de estas unidades económicas.
De todo, a lo que hay que apostar, es que el futuro cercano mejore la articulación internacional (sector público y sector privado), a fin de que se organice mejor la oferta de productos y servicios a las Mipymes.