Si bien se justifica que el Gobierno dominicano tome medidas en procura de los haitianos respeten los acuerdos fronterizos sobre uso del agua y no construyan un canal de riego si en debido consenso entre las partes, no deja de ser una decisión arriesgada la de cerrar por completo la frontera por cielo, mar y tierra durante un tiempo indefinido.
La preocupación surge porque, si bien los haitianos necesitan mercancías que les venden los dominicanos, no es menos cierto que muchos empresarios y comerciantes locales dependen directamente de los mercados que se realizan en cuatro de las cinco provincias que hacen frontera con Haití.
Visto de esa forma, uno se pregunta: ¿cuánto tiempo aguantarían los haitianos sin la frontera con República Dominicana? Pero también surge la otra: ¿cuánto tiempo resistirían los dominicanos con esa frontera cerrada? El tema es que, abrirla sin lograr el objetivo de parar el canal, sería una derrota.