La urbanización es un fenómeno que está transformando el mundo desde el punto de vista social, económico y ambiental, una megatendencia que presenta desafíos y oportunidades para abordar el problema del hambre a nivel global.
Se prevé que en 2050 el 68% de la población mundial vivirá en ciudades, y esto tiene el potencial de marcar el comienzo de una nueva era del bienestar, y de una mayor eficiencia en el uso de los recursos y un mayor crecimiento económico. Pero en las ciudades también se registra una elevada concentración de la pobreza y las desigualdades son más evidente que en ningún otro lugar, ya que en ellas coexisten barrios adinerados con zonas marginales y asentamientos informales.
Al mismo tiempo, los escenarios planteados en el recién publicado informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI) 2023, proyectan que casi 600 millones de personas estarán crónicamente desnutridas en 2030. En este contexto, es esencial analizar cómo la urbanización está cambiando la oferta y la demanda de alimentos a lo largo del continuo rural-urbano y cómo podemos aprovechar estas dinámicas para construir un futuro más sostenible.
El informe, elaborado por cinco agencias y programas de Naciones Unidas, FAO, FIDA, PMA, OMS y Unicef, nos muestra como por un lado la urbanización ha llevado a una mayor disponibilidad de alimentos altamente procesados y poco saludables en las áreas urbanas, pero también en las áreas periurbanas y rurales.
Los estilos de vida acelerados en las ciudades a menudo conducen a una mayor dependencia de alimentos rápidos y altos en calorías, lo que puede contribuir a problemas de salud como la obesidad y la malnutrición. Estos cambios de patrones de dietas también se encuentran, aunque en menor proporción, ahora en las áreas periurbanas y rurales.
Por otro lado, al mismo tiempo la urbanización y la convergencia a lo largo del continuo rural-urbano, se asocia con una diversificación de las dietas, incluido un mayor consumo de lácteos, pescado, carne, verduras, frutas y legumbres, alimentos que pueden contribuir a una dieta saludable. Esta demanda impulsa cadenas de valor alimentarias más complejas y las áreas periurbanas desempeñan un papel crucial en la producción de alimentos frescos y de calidad para las ciudades circundantes.
De esta forma, la agricultura urbana y periurbana se ha convertido en un pilar importante para abastecer a las ciudades con productos frescos y nutritivos. Esto no solo contribuye a la seguridad alimentaria, sino que también genera nuevo empleo en actividades relacionadas con la agricultura.
El informe, además, destaca la necesidad de una mayor inversión en infraestructura, investigación y desarrollo en el sector agroalimentario. Asimismo, resalta la importancia de una mejor gobernanza de los sistemas agroalimentarios para garantizar que los beneficios de la urbanización se compartan equitativamente y que la conectividad entre áreas rurales, periurbanas y urbanas sea aprovechada al máximo para garantizar que todos tengan acceso a dietas saludables y asequibles.
Asimismo, el informe explica que se debe considerar la creciente conectividad a través del continuo rural-urbano, y el hecho de que las acciones, políticas e inversiones deben orientarse a lo largo de este continuo. a través de inversiones en infraestructura, bienes públicos y capacidades mejoradas, a fin de aumentar el acceso a dietas saludables asequibles y lograr la seguridad alimentaria y la nutrición para todos en todo el proceso.
Es fundamental reconocer que el hambre y la malnutrición son desafíos apremiantes que requieren la atención de la comunidad global. Esta debe comprometerse en un proceso plurianual para comprender cómo invertir mejor y minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras se prioriza la provisión de alimentos para todas las personas, sin dejar a nadie atrás.
La protección de la biodiversidad desempeñará asimismo un papel clave en este proceso, ya que los ecosistemas saludables son fundamentales para la producción de alimentos sostenibles.
Sabemos que la salud del planeta y la salud de las personas están intrínsecamente vinculadas. Para lograr un futuro sostenible, debemos proteger y restaurar la biodiversidad en nuestros sistemas agroalimentarios. La FAO está comprometida en impulsar el conocimiento técnico, la experiencia y los avances científicos necesarios para construir sistemas agroalimentarios resilientes. Al hacerlo, estaremos construyendo un futuro en el que no solo se satisfagan las necesidades nutricionales de la población, sino que también se contribuya a la mitigación de los efectos del cambio climático y la adaptación a sus impactos.
En suma, la urbanización plantea desafíos y oportunidades cruciales para el futuro de la alimentación en un mundo en constante transformación. Si tomamos medidas concretas, coordinadas y basadas en la ciencia y la evidencia, podemos construir un futuro sin hambre y sin malnutrición. El tiempo de actuar es ahora, y juntos podemos lograrlo.