Las sociedades hemos logrado grandes avances, ciudades con mayor concentración de bienes que aumentan las exposiciones a riesgos de todo tipo, mejores informaciones, conocimiento de mantenimiento y prevención. También hemos desarrollado un mercado de seguros dispuesto y con capacidad de asumir los riesgos que no podemos eliminar ni costear y, a pesar de todo, aún tenemos una enorme brecha sin protección frente a las amenazas constantes de la naturaleza y las locuras humanas.
Un estudio de una prestigiosa corredora de seguros y los informes de varias reaseguradoras universales señalan que las pérdidas del 2023 se elevaron por encima de los U$380,000 millones solo por los riesgos catastróficos, con 95,000 muertos, y que solo las aseguradoras tuvieron reclamos por un 31% de las pérdidas, el 69% sin indemnización con valores de U$265,000 millones para los propietarios, que los gobiernos debieron asumir sin ninguna ayuda.
Estos cálculos están basados en las pérdidas totales y, según el informe, corresponden básicamente a Europa y Estados Unidos, lo que nos plantea que, en nuestro continente y países en desarrollo, la brecha es superior. Tal es nuestro caso, donde por experiencia entiendo que solo en viviendas nuestra brecha ronda más del 80%. Tenemos el caso de los vehículos, que a pesar de que la ley obliga a contratar seguros, las motocicletas, que rondan las tres millones de unidades, no llegan al 15% aseguradas, y los demás vehículos al 50%.
En un artículo anterior mencionaba que tener seguro no quiebra, pero no tenerlo sí. Y en el caso de los accidentes de tránsito, son una fuente para el incremento de la pobreza, considerando los más de 28,000 minusválidos que tenemos cada año en nuestro país, que se ha convertido en uno donde ocurren más accidentes con un balance impresionante de muertos, heridos y pérdidas económicas.
Las acciones de nuestras instituciones y de nuestro mercado no han sido lo suficientemente perseverantes ni convincentes para concientizar a los prospectos sobre los seguros, a pesar de las bondades económicas y sociales de contar con una buena cobertura para la supervivencia de las inversiones y de los empleos que se preservan cuando se cuenta con las coberturas adecuadas.
Sería conveniente que en nuestro caso el Gobierno, a través de organismos como las superintendencias financieras, las direcciones de Impuestos Internos y de Aduanas, pudiera inducir a los propietarios a proteger sus bienes por los cuales pagan impuestos. El seguro es una de las mejores herramientas de ahorro para las sociedades.
También, las reservas de las primas que deben invertir las aseguradoras funcionan muy bien como soporte a las inversiones en proyectos que generan riqueza y empleos. Es necesario que tengamos unidad de criterio, mercado y gobierno para lograr reducir esa enorme brecha con productos asequibles y entendibles, para que cuando nos toquen las calamidades, tengamos con qué resolver las necesidades.